Cada paso que da, cada lugar que visita, solo confirma lo inevitable: Ana María Ibarra Olguín avanza con fuerza y rumbo firme para ocupar un lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Esta vez, su mensaje resonó desde el corazón de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en el Centro Cultural Casa Talavera, donde sostuvo un diálogo abierto con estudiantes, docentes y activistas. Ahí, Ana María no solo compartió su visión, sino que encendió la esperanza de una justicia verdaderamente cercana a la gente.

“La justicia no puede seguir siendo un privilegio inaccesible ni una promesa vacía”, sentenció, al exponer los pilares de su propuesta: una justicia con equidad, capaz de remover barreras y emparejar el terreno para quienes enfrentan el sistema judicial en condiciones desiguales.

Con la claridad que la caracteriza, afirmó que el derecho debe dejar de ser una herramienta alejada del pueblo para convertirse en un instrumento que transforme vidas. “Una Corte que entienda que la justicia no es neutralidad, sino transformación con rumbo y empatía”, expresó.

Ana María Ibarra subrayó también el papel de la educación como motor del cambio, dirigiéndose especialmente a las y los jóvenes: “No hay transformación judicial sin pensamiento crítico ni sensibilidad social. La educación es lo que nos permite imaginar una justicia más cercana, más digna y mucho más nuestra”.

La candidata concluyó con una convicción que la ha acompañado en todo el proceso: “Es tiempo de colocar la dignidad en el centro de la Constitución”. Porque, como ella lo ha repetido una y otra vez, los derechos deben dejar de ser letra muerta y convertirse en hechos vivos desde el máximo tribunal del país.