CONFIDENCIAL

Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.

Después de varias semanas de ausencia, reapareció en el Congreso del Estado el diputado panista Ismael García Cabeza de Vaca. Como si nada. Entró, saludó a algunos, se tomó la foto, lanzó declaraciones polémicas, estuvo presente en la Plenaria sin intervenir, y se fue como llegó: sin dar explicaciones.

Y es que, aunque la Legislatura 66 todavía tiene más de dos años de vida, el también exsenador y hermano del exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca ya se ganó el título de “diputado más faltista” del Congreso local.

Difícilmente alguien podrá arrebatarle ese reconocimiento no oficial. Su récord es abrumador: asiste a una sesión… y falta a cinco. A veces cuatro. A veces seis. Todo depende del humor del día o de la agenda de su clan. Por eso algunos lo llaman el diputado “fantasma”.

Curiosamente, eso mismo hacía su hermano Francisco cuando fue diputado local en los años previos a su salto a la política federal. También entonces fue el más faltista. La historia no se repite, se hereda.

¿Las razones de tanta ausencia? Ismael no dice nada. A veces sonríe. Otras evade. Pero en realidad, no parece tener ningún problema en ser señalado por su informalidad legislativa. Como si fuera un detalle menor. Como si los ciudadanos no tuvieran derecho a exigirle rendición de cuentas.

Y tal vez ahí esté el meollo del asunto. Después de haber estado seis años en la Cámara de Senadores, la curul local debe parecerle una silla de jardín. De ésas que uno pone en la banqueta cuando no tiene nada mejor que hacer.

Se entiende: pasar de codearse con 127 senadores a compartir pasillo con 35 diputados locales no debe ser un trago fácil de digerir. Para alguien que fue tratado como celebridad panista, esto de estar en Victoria cada martes debe saberle a castigo.

Pero no todo está perdido. En su defensa, el diputado panista presume ser el más “productivo” de la Legislatura. ¿Cómo lo logra? Fácil: mientras falta a las sesiones, envía por correspondencia una o dos iniciativas… como si eso bastara.

Lo que no dice es que el 90% de sus iniciativas son puro humo: exhortos insulsos, puntos de acuerdo que no cambian la vida de nadie, ni resuelven un solo problema real de Tamaulipas. Es lo que en el argot parlamentario se conoce como basura legislativa.

Como muchos, confunde cantidad con calidad. Cree que legislar es llenar la bandeja de entrada del Congreso con papelería inútil, sin impacto, sin fondo, sin consecuencias. Papel por el papel. Propuesta por la pose.

Lo más llamativo del caso no es su falta de compromiso. Lo verdaderamente escandaloso es el silencio cómplice de sus compañeros legisladores.

Nadie sabe si se le han descontado dietas, si se ha analizado sancionarlo.

Hay quienes dicen que su apellido sigue pesando. Que todavía hay quien le tiene miedo a la sombra de su hermano.

Otros, más pragmáticos, afirman que al final del día su presencia o su ausencia es irrelevante. Que no hace diferencia. Que Ismael ya no influye, no construye, no estorba… simplemente no está.

Y si se mantiene ahí, en su curul, es también porque el cargo le otorga fuero constitucional, una protección legal que le permite evadir la ejecución de una orden de aprehensión que, según diversas fuentes judiciales, sigue vigente en su contra. Es decir, su diputación no le sirve para legislar, pero sí para blindarse.

Sea como sea, su caso desnuda las carencias de un sistema legislativo que permite a cualquier diputado, por más negligente que sea, seguir cobrando sin rendir cuentas, sin trabajar, sin enfrentar consecuencias.

Mientras tanto, Tamaulipas sigue esperando diputados que legislen en serio, no políticos de escaparate que solo usan la curul como trampolín o refugio temporal. La ciudadanía no merece tanto desprecio institucional.

ASI ANDAN LAS COSAS

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