Por Luis Enrique Arreola Vidal.
La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) se jacta de su excelencia académica y ondea la bandera de la sustentabilidad con planes que prometen un futuro verde.
Sin embargo, sus acciones cuentan una historia distinta.
El pasado fin de semana, ocho árboles de entre 8 y 10 metros de altura fueron talados ilegalmente en el campus Tampico-Madero, detrás del Centro de Excelencia, donde se construye una cancha de usos múltiples para la Facultad de Ingeniería y Ciencias.
Este acto, denunciado por estudiantes y documentado en redes sociales, no es solo un agravio al medio ambiente, sino una bofetada al supuesto compromiso ecológico de la institución.
Un acto injustificado
Un informe preliminar de la Dirección de Servicios Generales de la UAT, al que estudiantes tuvieron acceso, confirma que los árboles no obstruían la obra.
Especies nativas como el mezquite y el ébano, vitales para la biodiversidad local, fueron sacrificadas sin motivo técnico.
Testigos, incluidos alumnos de la Facultad de Ingeniería, señalan que la tala fue ejecutada por trabajadores de una empresa contratista, pero la UAT no ha aclarado si supervisó o autorizó la acción.
Lo que sí es claro es que la remoción se realizó sin los permisos ambientales requeridos, evidenciando una visión desarrollista que antepone el cemento a la naturaleza.
Un delito ambiental.
La tala contraviene la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA), en sus artículos 28 y 170, que exigen autorizaciones para remover vegetación en áreas urbanas.
Además, el artículo 418 del Código Penal Federal tipifica este acto como un delito ambiental, con sanciones de hasta nueve años de prisión y multas de hasta 300,000 pesos.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) fue notificada el lunes por la organización estudiantil EcoUAT, que demanda una investigación penal inmediata.
“No podemos permitir que nuestra universidad sea cómplice de ecocidio”, afirmó María López, portavoz del grupo.
Un mensaje contradictorio.
En plena crisis climática global, cuando la ONU reporta que la deforestación aporta el 20% de las emisiones de carbono, la UAT envía un mensaje alarmante: el conocimiento científico, pilar de una universidad, no se refleja en sus prácticas.
El rector Dámaso Anaya, quien en su informe de 2024 celebró la certificación ISO 14001 de la UAT por su gestión ambiental, enfrenta un momento decisivo.
Su silencio, cuatro días después del incidente, levanta sospechas de omisión.
¿Es la sustentabilidad un compromiso real o una estrategia de relaciones públicas?
La comunidad universitaria espera respuestas.
Consecuencias duraderas
Los árboles talados tardarán al menos 15 años en ser reemplazados, según el Dr. Jorge Sánchez, del Instituto de Ecología Aplicada de la UAT. Más allá del daño ecológico, la reputación de la universidad está en riesgo.
Una encuesta de Consulta Mitofsky (2024) revela que el 68% de los tamaulipecos valora la sostenibilidad en las instituciones públicas.
Este ecocidio podría minar la confianza de los 40,000 estudiantes de la UAT y la sociedad local.
En respuesta, alumnos han convocado a un foro ambiental este viernes en el Centro de Excelencia para exigir transparencia y un plan de reforestación.
Un llamado a la acción
La UAT tiene la oportunidad de rectificar y demostrar que su compromiso ambiental es más que palabras.
Proponemos tres medidas urgentes:
- Auditoría pública: Identificar a los responsables, ya sea la contratista o funcionarios de la UAT, y aplicar sanciones ejemplares.
- Reforestación inmediata: Implementar un plan con especies nativas, supervisado por expertos y estudiantes, para restaurar el área afectada.
- Políticas ambientales estrictas: Integrar evaluaciones ecológicas obligatorias en todos los proyectos de infraestructura.
La excelencia académica no existe sin conciencia ecológica. La comunidad universitaria merece claridad; el medio ambiente, justicia; y Tamaulipas, una universidad que lidere con hechos, no con la motosierra.
Rector Anaya, la pelota está en su cancha.