La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
Pepe Mujica, dejó un gran legado para nuestros políticos. Fue la verticalidad, la honestidad y la solidez de principios que normaron su actividad de estadista y luchador social. La ética como soporte de todas sus tareas de revolucionario.
Esa formación la consolidó desde su militancia en las filas de la ultraizquierda que lo llevó a practicar la vía armada como motor del cambio estructural de la sociedad. Esa experiencia lo llevó a profundas reflexiones, lo convencieron de tomar la ruta electoral, democrática, que también era posible.
De esa forma se involucró en el movimiento político uruguayo que lo llevó a la presidencia de la república de su país.
Encabezó un régimen totalmente democrático.
Con pocos cambios estructurales para disminuir las asimetrías de la sociedad oligarca que domina esa nación.
Escasas reformas constitucionales se realizaron en su gobierno para disminuir el excesivo poder de la derecha y los grupos de presión y de interés que coexisten en la sociedad del Uruguay; como el Ejército.
No se vio qué desde el gobierno, intentara cambiar estructuralmente las relaciones sociales.
Mujica, en cierto modo, romantizaba la pobreza.
Se enorgullecía de vivir apenas con lo necesario en su modesta finca en la periferia de las ciudades.
“No es pobre quien carece de cosas; es pobre quien, necesita mucho”, decía.
Aunque no lo parezca, es una filosofía conservadora ese planteamiento.
De otra forma: significa que la pobreza se puede atemperar con simple retórica; es lo semejante, prometer al desposeído un mundo mejor en la otra vida.
La honestidad de don Pepe, es ejemplar.
Es una luz en Latinoamérica para una clase política que tan fácil cae en la corrupción y la deshonestidad.
Pasará a la historia como a los observadores les gustaba llamarlo: el presidente más pobre del mundo.
Lo retrataban y describían caminando en su humilde casa rural acompañado por un perro común o como conductor de un Volkswagen del año 70. Bella estampa de quien dedicó toda su vida a transformar el mundo, de todas las formas posibles; incluso aquellas en que arriesgó su vida.
La existencia de Mujica muestra cuán complicado es el camino de la lucha democrática para lograr los virajes sociales en las comunidades; enfrentar a los segmentos conservadores con los instrumentos de la política es una tarea que exige esfuerzos sobrehumanos.
No debemos confundirnos.
Uno es el ejemplo de Pepe Mujica, en su praxis de vida y otro, en su ejercicio de gobierno, de hombre de estado.
Con la precariedad personal del presidente, no cambiamos la sociedad; los avances sociales se logran, con políticas de estado progresistas.