CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA
Por Rogelio Rodríguez Mendoza.
La sorpresiva entrega ante el FBI de 17 familiares de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, no es un acto aislado ni gratuito. Es una señal. Un mensaje. Y también un presagio.
No se necesita ser un genio, ni mucho menos tener capacidades proféticas, para advertir lo que viene: el preludio de un escándalo internacional que alcanzará —y quizá arrastre— a figuras prominentes de la política mexicana. Algunas todavía en funciones.
La decisión de esos familiares —entre ellos la esposa, la madre y los hijos de Ovidio Guzmán, uno de los hijos del jefe del Cartel de Sinaloa— de entregarse “voluntariamente” ante autoridades estadounidenses está directamente vinculada a un hecho clave: el cambio de declaración de Ovidio, de inocente a culpable.
¿Alguien puede creer que eso no fue parte de una negociación? El joven capo no dobló las manos por remordimiento. Las dobló —o se las doblaron— a cambio de algo. ¿Inmunidad para su círculo más cercano? ¿Reducción de sentencia? ¿Protección para otros miembros del clan?
Y si hubo negociación, lo siguiente es aún más inquietante: ¿qué entregaron a cambio? ¿Información? ¿Nombres? ¿Vínculos? ¿Relaciones incómodas entre el Cártel de Sinaloa y el poder político y económico de México?
Porque si alguien lo duda, que lo piense dos veces. El Cártel de Sinaloa no operó durante décadas solo por su fuerza armada. Lo hizo, sobre todo, gracias a su enorme red de protección institucional. Hay funcionarios, políticos, empresarios y hasta exgobernantes que cargan en el historial el tufo de haber pactado o, al menos, tolerado al grupo criminal.
Ahora, todos ellos deben estar mirando hacia el norte con un nudo en la garganta. Porque en Estados Unidos la justicia no se detiene ante el cargo o el linaje.
Donald Trump ya dejó claro que, irá “con todo” contra los cárteles mexicanos. Y si eso significa arrastrar consigo a narcopolíticos mexicanos para presentarlos como trofeos de su gobierno, lo hará sin el menor escrúplo. La entrega de los familiares del “Chapo” también podría ser una jugada para evitar represalias. ¿O alguien cree que los Guzmán se habrían entregado sin la garantía de que no serán “tocados” por otras facciones del crimen organizado?
En cualquier caso, el epicentro del escándalo no está en Sinaloa, sino en Washington. Es ahí donde se está construyendo, expediente a expediente, la próxima tormenta que sacudirá a México.
Y si alguien en Palacio Nacional piensa que esto no les alcanzará, que recuerden que el gobierno de Estados Unidos no hace distinciones partidistas cuando se trata de crimen organizado. Que se lo pregunten a Genaro García Luna.
Aquí no estamos ante una historia de capos. Estamos ante la antesala de una purga política que podría redefinir el mapa del poder en México.
Y todo empezó con una entrega. Pero no de armas… sino de información.
Por cierto, ante la embestida que proviene de Estados Unidos, hay quienes en suelo tamaulipeco (sobre todo algunos alcaldes) deberían tomar sus previsiones, limitando sus viajes a Mc Allen o a cualquier otra ciudad norteamericana, proque la justicia del norte es lenta pero no olvida. Y cuando llega no pregunta.
En Tamaulipas el dominio histórico ha sido de otros grupos pero que igual son monitoreados y perseguidos por el gobierno gringo. En ese entendido, seguramente la DEA o el FBI tiene documentadas las alianzas y las complicidades con actores políticos, policiacos y hasta empresariales. Por eso nada raro sería que de pronto Estados Unidos nos sorprenda también con acciones contra algunos personajes tamaulipecos.
ASI ANDAN LAS COSAS.