Por Luis Enrique Arreola Vidal.
La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) dejó de ser un centro educativo. Hoy es un epicentro de corrupción estructural, donde se enseña a desviar recursos con maestría y se gradúan coyotes con título universitario.
Los expedientes son incontables. Las cifras son brutales. Y el descaro, absoluto.
Esto no es un diezmo institucionalizado.
Es un saqueo de alto rendimiento.
Una maquinaria diseñada para vaciar presupuestos con precisión quirúrgica y complicidad administrativa.
Y el actual rector, Dámaso Anaya, no solo lo tolera: lo administra.
I. Un historial delictivo con toga y birrete.
• 2021: Víctor Hugo Guerra García, primo del exgobernador Cabeza de Vaca y entonces secretario de Administración, desvió 442 millones de pesos a empresas fantasma.
La UIF documentó todo.
¿Consecuencias? Ninguna. Hoy sigue libre, blindado por una refrendada complicidad.
• 2015: Autoridades texanas documentaron 2 millones de dólares en sobornos pagados a personal universitario por empresarios estadounidenses.
El escándalo cruzó fronteras. En México: silencio absoluto.
• 2023: Franklin Huerta Castro vendió un vehículo institucional de 713 mil pesos a su esposa por 12 mil.
¿Explicación? “Baja patrimonial”.
¿Castigo? “No hay denuncia”, dijo el rector.
Si
Y Huerta sigue despachando con aire acondicionado.
• 2024: Paulina Nayeli Ramírez, exdirectora de Adquisiciones, fue vinculada a proceso por desviar más de 100 millones de pesos en adjudicaciones directas, sobreprecios y contratos falsos.
El iceberg apenas asomó.
II. El presente: corrupción recargada, institucionalizada… y repartida
Con Dámaso Anaya llegó la esperanza de una renovación. Pero según fuentes internas, el primer acuerdo fue claro:
le ofrecieron su pizcacha… y se volvió coyote.
El poder real recae en Rogelio Ramírez, secretario de Vinculación que, en los hechos, ejerce funciones del secretario de Administración por instrucción directa del rector.
Opera junto a Rodrigo Remes, el hombre sin cargo visible… pero con todas las llaves.
El sistema:
• 40% de cada obra o adquisición se desvía desde origen.
• 30% es para el rector (o lo que queda después de que Rogelio y Remes se reparten primero).
• 10% al final. Redonda, compacta, blindada.
Nadie investiga. Nadie audita. Nadie cae.
III. La UAT y la ilusión de transparencia
Según Fitch Ratings (noviembre de 2023), la UAT destina el 76.3% de su gasto operativo a servicios personales, reflejo de una estructura rígida, opaca y clientelar.
Mientras el gasto en salarios crece, la educación colapsa.
Es una universidad que con el presupuesto paga personal… no formación.
Pero eso sí:
IV. La flota de la impunidad
Cada funcionario de alto nivel recibió camionetas de lujo. SUVs, blindadas, parque vehicular superior a 10 millones de pesos.
¿Motivo? “Movilidad institucional”.
En contraste:
• Salones sin clima.
• Techos con filtraciones.
• Sueldos congelados.
• Bibliotecas sin tinta.
Pero la camioneta del director sí tiene calefacción inteligente.
V. Propiedades milagrosas y contratos mágicos
En la UAT, la corrupción también germina por generación espontánea.
No la de Pasteur, sino la de Dámaso:
brota un terreno, florece una casa, aparece una empresa… y todo queda en familia.
Talleres, llanteras, empresas de limpieza: proveedores favoritos que también resultan ser empleados con doble sombrero.
Ejemplo paradigmático:
Gerardo “El Pity” Delgado, director de la Facultad de Comercio y Administración, convirtió el campus en su parque temático particular.
¿El negocio? Inflar contratos a favor de Divertiland Inflables, empresa propiedad de su esposa, Lucero Arriaga Mercado.
Así, lo público se volvió privado… pero con brincolines.
VI. La farsa de la ética y la academia del cinismo
El rector presume “cursos de rendición de cuentas”.
Pero capacita a los corruptos no para denunciar… sino para ocultar mejor sus rastros.
Mientras se enseña “ética administrativa”, Franklin Huerta sigue sin sanción y Paulina Nayeli Ramírez sirve de chivo expiatorio.
VII. Correcaminos: el lavadero institucional
El equipo de futbol universitario fue utilizado para lavar más de 70 millones de pesos entre 2016 y 2023.
Hoy gana trofeos… mientras los estudiantes rifan pasteles para pagar hojas.
Deporte universitario sí, pero con presupuesto digno de equipo profesional… y de desfalco.
VIII. El primer capítulo de una telenovela criminal
Esto es solo el inicio.
Porque en la UAT:
• Se despide gente para inflar nóminas zombis.
• Se “capacita” mientras se esconden pruebas.
• Se lucra con la pobreza estudiantil para blindar camionetas.
• Se entregan contratos con sobreprecio… y sin vergüenza.
La corrupción no es un error. Es el protocolo.
Y Dámaso Anaya, que pudo ser parte de la solución, eligió ser gerente del silencio.
Rogelio Ramírez y Rodrigo Remes, lejos de ser investigados, siguen cobrando… y operando.
Este es apenas el primer capítulo de una telenovela criminal universitaria.
Aquí pronto se las contaremos.
Con nombres. Con contratos. Con cifras.
Porque si ellos creen que esto se va a olvidar, nosotros ya decidimos que se va a exhibir.