DE PRIMERA …….LA DAMA DE LA NOTICIA
POR ARABELA GARCIA ….

¡Vaya, vaya! Parece que en Tamaulipas la justicia no solo es ciega, sino también sorda y
convenientemente dócil al son que toca un exgobernador prófugo. Desde la tribuna del Congreso,
Don Sergio Gutiérrez Luna nos ilumina sobre una «cofradía» de togados que, con una agilidad
pasmosa, han tejido una red de protección digna de la mejor araña judicial para Francisco Javier
García Cabeza de Vaca. ¡Qué talento!
No nos equivoquemos, esto no es un chisme de café político. Aquí hay nombres, expedientes,
¡pruebas, caramba! Resulta que el sistema judicial tamaulipeco, ese augusto guardián del derecho,
fue amansado como un gatito faldero para servir los caprichos de un solo hombre. Y no cualquier
hombre, ¡un prófugo! La ironía pica, ¿verdad?
El caso de nuestro «ausente» exmandatario es de antología. Ni siquiera en su dorada ausencia se
privó de una corte de casi 40 guardaespaldas pagados por usted y por mí, contribuyentes
ingenuos. Cuando alguien osó tocar ese «derecho adquirido», ¡zas!, aparecen los jueces Faustino
Gutiérrez Pérez y Juan Fernando Alvarado López, cual magos de la ley, para conjurar amparos
protectores. No defendieron derechos humanos, ¡qué va! Blindaron a un personaje con un
currículum judicial más abultado que su séquito.
Pero la cosa se pone aún más sabrosa. No son solo dos paladines de la impunidad. El mismísimo
presidente del Primer Tribunal Colegiado de Tamaulipas, Mauricio Fernández de la Mora, también
figura en este aquelarre judicial. Y la cereza del pastel: la jueza Carmen Ávila, esposa del
«justiciero» jubilado Gutiérrez Pérez, hereda el asiento del juez suspendido. ¡Una verdadera
dinastía de la impunidad! ¿Será que en los expedientes se adjuntan recetas familiares?
Esta tragicomedia judicial nos muestra la verdadera dimensión de la tan debatida reforma al Poder
Judicial. No es un mero ajuste de tuercas. Es la urgencia de demoler un modelo donde los jueces
se transforman en abogados VIP de la élite, donde la justicia se vende al mejor postor y la
impunidad se rubrica con sellos oficiales.
La denuncia de Sergio Gutiérrez Luna no puede quedar en el limbo de las buenas intenciones. Ya
basta de tibias suspensiones y exhortos melancólicos. La ciudadanía, esa masa ingenua que aún
cree en la justicia, exige cabezas rodando. Destituciones, procesos penales, ¡una fumigación a
fondo de ese pantano judicial!
La reforma judicial no es una opción, es un grito desesperado por rescatar a la justicia de las garras
de quienes la han convertido en su lucrativo cortijo. Es la última función de este circo grotesco.
Esperemos que el telón caiga con un estruendo de legalidad, y no con el eco de las carcajadas de la
impunidad.

Marco Antonio, ¿Dónde Estás? El Gerente Fantasma de la JAD Que Evade a su Pueblo (y a las
Aguas Negras)
¡Ay, la Junta de Aguas de Matamoros! Un edén de promesas, un oasis de «ya merito», un paraíso
de aguas… turbias. Y en medio de este idilio fecal, los usuarios, esos seres molestos que osan exigir
un servicio por el que pagan, andan a tientas, como detectives torpes en una novela barata,
buscando desesperadamente a su esquivo gerente: Marco Antonio Hernández Acosta.
¿Será que Don Marco Antonio se ha teletransportado a una dimensión paralela donde las tuberías
funcionan y el agua fluye cristalina? Porque aquí, en el mundo real, el clamor de las colonias
anegadas en sus propios fluidos cloacales resuena más fuerte que un mariachi en cantina de mala
muerte. Pero, ¡oh, sorpresa!, lo que realmente abarrota los «martes en tu colonia» no son
soluciones mágicas ni respuestas concretas, sino una legión de empleados de la JAD, ¡más
numerosos que las cucarachas en una alcantarilla!, para atender una miseria de casos. ¿Será que
la estrategia es diluir la frustración entre tanta burocracia inútil?
En las últimas dos semanas, la ausencia de nuestro gerente estrella se ha vuelto tan notoria como
un bache sin señalización. ¿Estará huyendo de la prensa incisiva? ¿Escapando de la turba de
usuarios con el rostro desencajado y el olfato entrenado para detectar fugas pestilentes? O, peor
aún, ¿será que ya está empacando sus ilusiones y sus expedientes para emprender una graciosa
huida, dejando tras de sí un legado de charcos malolientes?
Los proyectos, los planes rimbombantes que se anuncian con la grandilocuencia de un culebrón de
Televisa, parecen más un producto de streaming para entretener a incautos. «Espere el próximo
capítulo», nos dicen, mientras nuestros pies se hunden en la inmundicia. La realidad, señoras y
señores, es que Matamoros sigue navegando en un mar de aguas negras y otras «cositas» oscuras
que, por decoro, preferimos no detallar. No vaya a ser que la pestilencia llegue hasta sus pantallas.
Así que, mientras el gerente Hernández Acosta juega a las escondidas, los matamorenses
seguimos chapoteando en la desidia. ¿Hasta cuándo tendremos que recurrir a señales de humo
(probablemente tóxicas) para exigir lo básico? ¿Cuándo dejará la JAD de ser una fábrica de
promesas vacías y se convertirá en una solución real? La respuesta, como el paradero de su
gerente, sigue siendo un misterio fétido y pegajoso. ¡Qué panorama!
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