A estas alturas ya no se trata de ignorancia, ni de negligencia. Es, con todas sus letras, valemadrismo institucional. Y lo peor: con agua de por medio.

De los 43 ayuntamientos de Tamaulipas, 27 no han sido capaces de construir su programa municipal de obras en materia de agua potable, alcantarillado y saneamiento. El plazo para presentarlos vence el próximo 15 de mayo, pero muchos llegarán con las manos vacías y la justificación más hueca del mundo: “no tuvimos tiempo”.

¿No tuvieron tiempo? ¿En serio?

Lo que no han tenido es voluntad. Y, peor aún, ni la más mínima conciencia de la gravedad del problema. El agua, señoras y señores alcaldes, no es un lujo: es la base de toda forma de vida humana y social. Pero en su lista de prioridades está claro que brilla por su ausencia.

Con descaro olímpico, los gobiernos municipales siguen regateándole presupuesto a una de las urgencias más apremiantes de la población. Le invierten a todo: imagen, fiestas, obras cosméticas, pero jamás al sistema de agua potable, a pesar de las fugas, el desperdicio, la desinversión y la creciente escasez.

La irresponsabilidad ya no puede ocultarse. Fue expuesta con toda claridad por el secretario de Recursos Hidráulicos, Raúl Quiroga Álvarez, un técnico serio que no tiene empacho en señalar lo evidente. Lo hizo en presencia del gobernador Américo Villarreal Anaya, frente a los 43 alcaldes del estado.

Fue un regaño público, un llamado de atención que ojalá no termine en los oídos sordos de siempre. Porque no basta con aplaudir y salir bien en la foto. Hace falta tener vergüenza y ponerse a trabajar.

Mientras los alcaldes juegan a hacerse los desentendidos, la frontera tamaulipeca está a un tris de quedarse sin agua para consumo humano. Reynosa, Río Bravo y Valle Hermoso enfrentan una crisis que ya no es inminente: es actual.

¿No aprendieron nada de lo que pasó el año pasado en el sur del estado? En Tampico, Madero y Altamira la gente tuvo que reciclar agua de los aires acondicionados para bañarse. Se tuvo que importar agua de otras entidades. Fue una vergüenza que puso en evidencia el rezago acumulado por años.

Y ni qué decir de Ciudad Victoria, donde el estiaje es una pesadilla veraniega. Cada año, la capital revive la misma historia: tandeos, reclamos y desesperación.

En lugar de prevenir, planean de manera reactiva. En lugar de invertir en infraestructura hídrica, se entretienen en trivialidades electorales o en simulacros de gobernanza.

La omisión en este tema no solo es irresponsable: es criminal. Cuando falta el agua se tambalean la salud, la economía, la educación y la paz social. Quien no entiende eso, no debería ocupar un cargo público.

Hoy tienen una última oportunidad para enderezar el rumbo. Que presenten su programa de obras. Que definan prioridades reales. Que asuman con seriedad su obligación. No se trata de un favor: es su trabajo.

Y si no quieren hacerlo por convicción, háganlo aunque sea por vergüenza. Porque el agua se agota, pero la paciencia ciudadana también. Y esa, cuando se seca, cobra factura en las urnas.

Así que, señoras y señores presidentes municipales: ya no hay pretextos. Pónganse las pilas o váyanse preparando para que el pueblo, que si tiene sed, los mande al rincón de los olvidos…con justa razón.

ASI ANDAN LAS COSAS.

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