Por Luis Enrique Arreola Vidal.
En un país donde la justicia muchas veces se vende al mejor postor, se hereda entre compadres o se silencia por conveniencia, la elección de un magistrado disciplinario no es menor: es una ruptura con la inercia.
Este 1 de junio, cuando tomes la boleta turquesa, no estarás eligiendo a un burócrata más. Estarás decidiendo si la justicia seguirá siendo un club de privilegios… o si, por fin, alguien se atreverá a vigilar a los que se creen intocables bajo una toga.
En el número 37, aparece Jaime Santana Turral: un nombre que no llega con padrinos ni promesas huecas, sino con una trayectoria que incomoda a los que temen ser examinados con rigor. Un jurista con espina dorsal.
Doctor en Derecho. Dos maestrías en Derecho Procesal Penal.
Licenciado con mención honorífica por la UAEMex. Exmagistrado de circuito. Diplomado en el Sistema Nacional Anticorrupción. Especialista en transparencia, ética judicial y responsabilidades administrativas.
Y lo más importante: sin escándalos, sin favores pendientes, sin compromisos con la impunidad.
Mientras otros buscan el cargo para obtener fuero o favores, Santana Turral busca el encargo: hacer que el juez que falla, también rinda cuentas. Que la toga no sea escudo, sino espejo. Que la autoridad se justifique con conducta, no con arrogancia.
Sus propuestas no maquillan el sistema. Lo enfrentan:
- Sancionar rápido. Sancionar bien.
Cuando un juez incumple, el castigo no debe diluirse en el papeleo. La justicia que llega tarde, es complicidad con el abusador. Santana propone usar tecnología, eliminar trabas inútiles y actuar con la misma celeridad que se exige al ciudadano común.
- Tribunales con luz encendida.
Audiencias abiertas. Resoluciones públicas. Informes comprensibles. El sistema judicial no puede seguir hablando entre líneas: debe responder en voz alta y de frente a la sociedad. - Ética como vacuna preventiva.
La corrupción no se combate solo castigando: se previene educando. Santana propone capacitación continua y monitoreo activo, porque un juez sin formación ética es un riesgo público.
Y aquí, la toga importa.
No es una vestimenta ceremonial. Es la piel simbólica del Estado de Derecho.
Pero en manos equivocadas, se vuelve disfraz.
Con Santana Turral, la toga vuelve a significar lo que debe: autoridad al servicio del pueblo.
¿Y por qué turquesa?
Porque es más que un color en la boleta.
Es un símbolo.
El turquesa es vigilancia. Es transparencia. Es verdad sin maquillaje.
Es la señal de que el sistema no se manda solo.
Hoy, México necesita menos discursos y más consecuencias.
Menos instituciones que se protegen entre sí, y más magistrados que se atrevan a romper pactos de silencio.
Menos complicidades. Más convicciones.
El 1 de junio, marcar el 37 es más que un voto.
Es un golpe en la mesa del Poder Judicial.
Es decir: sí al juez que se atreve a juzgar a sus pares.
Es devolverle al sistema algo que perdió hace años: credibilidad.
Porque la confianza en la justicia no se regala.
Se construye. Se defiende.
Y con la toga turquesa de Jaime Santana Turral, se impone.