El Patinadero

Juan Antonio Montoya Báez

“BRUNO”, es un viejo vochito amado por quien fuera su propietaria. Ese carrito azul era todo su querer, nadie podía hablar mal de BRUNO, lo defendía como si fuera su marido, pero en realidad estaba más amolado que algunos funcionarios morenistas.

No, era solo lo estético, también lo mecánico, no tenía ni por dónde empezar arreglarlo, las bases de los asientos oxidados y la tapicería rota. Se sentían los resortes cuando se sentaba el chofer y sus invitados.

Lo mismo podemos decir de la carrocería, la defensa a medio caer, la pintura deteriorada, con un motor que hacía más ruido que un tráiler, parecía una máquina diésel y la transmisión botaba los cambios.

BRUNO era un desastre, su dueña lo amaba, pero no dejaba de reconocer que pasaba más tiempo en el taller que trasladándola a sus compromisos.

Sin embardo, BRUNO nunca dejó de recibir amor, como aquel día que decidieron comprarle zapatos nuevos. Le pusieron cuatro llantas de buena marca resistente a los baches y las piedras de ciudad Victoria.

Su dueña presumía: “BRUNO trae mocasines nuevos, finos y resistentes”. Era verdad, las llantas costaban más que el vocho azul.

Poco le duró el gusto, apenas unos días después dejó a BRUNO estacionado por la zona centro. Fueron pocas horas, y cuando regresó encontró a BRUNO montado en unos blocks, le robaron sus llantas nuevas, las que eran un orgullo de su dueña.

Ese día decidió que su amor por BRUNO se acabó, ya no había mucho que hacer y resolvió cambiarlo por una Minivan, la que necesita para sus traslados artísticos, pero también seguridad y comodidad. Los días de BRUNO en la artisteada terminaron, fue donado al dueño del taller que tantas reparaciones le hizo, acabó en buenas manos, quizá vaya ser restaurado, pero en una nueva administración.

Ahora, nuestra amiga LORENA ILLOLDI recorre Tamaulipas para presentar sus obras teatrales en la camioneta que sustituyó a su amado BRUNO. En ocasiones, se tiene que cambiar lo que se ama, por algo que dará mejores resultados.

Lo mismo pasa en el amor, pero también en la administración pública se da mucho este tipo de casos.

Tenemos gobernantes, ya sea alcaldes o regentes, que tienen una gran estimación por sus colaboradores, porque fueron sus amigos desde años, por acompañarlos en sus proyectos, porque se ganaron su cariño en los últimos meses o por lo que sea, pero que no pueden con la responsabilidad que les encomendaron.

Cometen pifias en su trabajo, caen en corrupción, propician divisionismo, son más chismosos que una comadre de Tepito, hacen actos que denigran el movimiento, se les atrapa con las manos con sobres de 300 mil pesos, una pistola, son acusados de extorsionar a gasolineros y más de una docena de propiedades en ciudad Victoria, pero no pasa nada.

No hay manera de justificar propiedades, no hay forma de ocultar el nepotismo, el influyentismo y los actos de corrupción a la vista de todos.

La presidenta CLAUDIA SHEIMBAUM lanzó las nuevas reglas de Morena y pocos se habrán de salvar.

Es tiempo que en administración estatal haga un decálogo que exija cumplir a los funcionarios, el no robar, no mentir y no traicionar.

En varias dependencias reina la oscuridad, pero es fácil culpar a otros y al pasado lo que se vive en el presente, cuando nadie les compró las propiedades, tampoco les obligaron a pedir el diezmo, mucho menos les corrompieron o recomendaron a familiares y amigos como colaboradores.

Es tiempo de dejar ir lo que no sirve, aunque se le quiera mucho.

Bueno, por hoy es todo.

Adiós y aguas con los patinazos…

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