El Patinadero
Juan Antonio Montoya Báez
Cuando el PRI gobernaba, ejercía una disciplina a toda prueba, la lealtad e institucionalidad se ejercía de manera incondicional, debían aceptar las decisiones que emanaban de la cúpula.
Si estaba bien o no, eso debe usted juzgarlo, pero lo cierto es que de esa manera se perpetuaron durante décadas en el poder, hicieron y deshicieron en el país, pero controlaban todo, hasta la delincuencia organizada.
Antes, los delincuentes de cuadraban con la banda de la charola, los policías y comandantes en la frontera eran respetados, junto a ediles y rurales.
Basta recordar la declaración del entonces diputado federal HUMBERTO MARTÍNEZ DE LA CRUZ, sumamente criticada, pero con el paso del tiempo demuestra que era su verdad, al señalar que los narcos antes pasaban por la orillita y nada más le faltó decir que sus ejecutados eran llevados a lugares donde no se veían.
Ahora, en la actualidad se perdieron muchas cosas, desde el respeto, el control de grupos delincuenciales, pero también a la institucionalidad que es lo que pretendemos referirnos en esta ocasión.
Los políticos de la 4T, principalmente, convirtieron al partido en un ring, donde están todos contra todos, no hay tregua para nadie, simplemente llevados por la ambición y los intereses particulares sobre el general.
En los llamados tiempos modernos, parece que sucede lo contrario, en los tiempos del ayer al menos se disfrazaban los pecados, las propiedades se ocultaban, se ponían a nombres de terceros, los golpes se daban por debajo de la mesa, pero al final arreglaban sus diferencias.
Hoy son atacados desde su propio partido, trabajan horas extras para defenderse de los señalamientos.
Puede ser verdad, pues de otra manera en el futuro esos conflictos internos impactarían en la sucesión electoral, dentro de unos meses no habrá quien frene a los aspirantes a la gubernatura, algunos ya trabajan de manera abierta por las simpatías en el estado, otros guardan su distancia, pero no dejan de soñar.
La pregunta sería es a quien conviene esa rebatinga y baño de lodo que se origina en el interior de Morena, podemos decir que los panistas, priístas y MC. Ellos son los ganadores de una revolución intestinal en la 4T que ni siquiera alientan, porque no tienen la capacidad de articular un mecanismo de acción.
Solamente ven como se despedazan y desnudan, ellos pudieran ser los ganadores, pero los grandes perdedores son los de Morena. Ellos se despedazan y cometen todo tipo de errores.
Huele azufre, con muchos personajes con el traje de archidemonio y Asmodeo, que luchan por despedazarse y atacan desde la oscuridad a quienes evidencian la realidad. Los opositores ganan, pero es más lo que pierde Morena con esos conflictos que conducen al infierno, al caos y a la incertidumbre política.
Lo vemos incluso en el escenario nacional donde la desbandada de grupos no se alinea a la figura presidencial y cada quien en sus entidades de forma anticipada trabaja por sus intereses y proyectos, sin cuidar formas ni tiempos.
Debilitan la figura presidencial derivado de tantos conflictos internos, que, por más centrado en la estructura de dádiva electorera, empieza a presentar otro panorama complejo de carencias y desencanto.
Quizá es tiempo que recuerden las lecciones del PRI, de esa institucionalidad y lealtad que los llevo a perpetuarse en el poder durante décadas.
El salvajismo de las tribus amenaza con despedazar lo que se construyó. El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.
Bueno, por hoy es todo.
Adiós y aguas con los patinazos…
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