La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
¡Cómo no te voy a querer!
La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) me entregó dos maestrías y me equipó culturalmente para lograr el acceso a una de las escuelas de educación superior, más potentes a nivel global, para cursar estudios de doctorado en historia: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Mis compañeros maestros y alumnos de los posgrados que me brindó la UAT, puedo decir que forman parte de los intelectuales tamaulipecos que dinamizan el conocimiento, de la escuela pública en el estado.
Carlos Mora, Pedro Alonso Pérez, Paco Ramos, Clara García y Libertad García, enriquecen el conocimiento histórico con gran prestancia en la región.
Sin ofender a los colegas de la Universidad privada, esos personajes egresados de la UAT han producido más saberes relevantes que todo el circuito estatal universitario de la Universidad de paga.
Es para presumir sin falsas modestias.
La generosidad de nuestra Alma Mater, me dio la oportunidad de abrevar en una de las escuelas con los currículos más progresistas y críticos de la UAT: la Facultad de Ciencias de la Educación. Grandiosos maestros; fraternales compañeros y geniales condiscípulos.
Si la escuela de educación me sorprendió gratamente, el posgrado en historia me dejó atónito: los mejores maestros de la UNAM vinieron a impartir la maestría en historia.
Álvaro Matute, Pedro Salmerón, Leonardo Lomelí –hoy rector de la UNAM–, José Rubén Romero, Alfredo Ávila, Felipe Ávila, Silvestre Revueltas, Gerardo Lara, Rodrigo Díaz fueron el impresionante equipo docente como no había existido –y creo no existirá– en nuestra UAT.
Hoy el rector de la UAT, Dámaso Anaya, rindió su Primer Informe de actividades.
En lo personal, me gustó el rubro de los apoyos a estudiantes de bajos recursos y en situación de orfandad.
Esa es una de las muestras más palpables, de que la educación puede ser instrumento para la permeabilidad social y para la construcción de una universidad democrática e incluyente.
Se le podrá hacer cualquier crítica a nuestra universidad. Lo innegable: es la más vigorosa institución educativa en la entidad. El mantener su esencia pública, es uno de sus mayores valores que le dan rumbo popular a sus planes y proyectos.
Algunos de los cuestionadores de nuestra universidad, la comparan con universidades privadas demeritándola.
No se hagan bolas.
La universidad de paga convirtió la educación en mercancía; y desde ese momento, se transformó en elitista, clasista y reproductora del pensamiento conservador.
La universidad privada, no le interesa el conocimiento; de otra manera, tuviera investigadores buscando conocimiento relevante, trascendente y pertinente. No le importan los saberes; su foco es el dinero, el capital.
¡Cómo no te voy a querer Universidad Autónoma de Tamaulipas!