CONFIDENCIAL

Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.

En medio de una de las crisis hídricas más severas de las últimas décadas, el llamado a defender el agua del río Bravo no puede ni debe pasar desapercibido.

No se trata de una consigna política ni de una exageración mediática, sino de una emergencia real que amenaza con dejar sin agua a cientos de miles de tamaulipecos que habitan en la frontera norte del estado.

Municipios como Matamoros, Reynosa, Río Bravo, y los que conforman la llamada frontera chica, están al borde del colapso si no se toman decisiones firmes y urgentes.

Durante su reciente comparecencia ante el Congreso del Estado, para la glosa del tercer informe del gobernador, Américo Villarreal Anaya, el ingeniero Raúl Quiroga Álvarez, secretario de Recursos Hidráulicos, expresó con claridad y sin rodeos lo que muchos saben pero pocos se atreven a decir en voz alta: Tamaulipas está en riesgo de quedarse sin agua.

No mañana, no dentro de unos años, sino en el corto plazo. Y la causa no es solamente la escasez provocada por factores climáticos —que ya de por sí es grave—, sino una combinación letal de negligencia institucional, omisiones legales, sobreconcesión de recursos y prácticas ilegales que han despojado a la entidad del líquido vital.

Quiroga Álvarez no es un improvisado. Es un funcionario con vasta experiencia técnica y una trayectoria sólida en el manejo de los recursos hídricos. Su voz tiene peso porque conoce como pocos la cuenca del Bravo, sus conflictos, sus debilidades y sus potenciales.

Por eso, cuando él advierte que estamos al borde de una catástrofe social, debemos escucharlo con toda seriedad. No es un arrebato ni un acto de dramatismo: es una llamada de auxilio.

De acuerdo con sus propias palabras, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) ha fallado en su función de garantizar el cumplimiento de los acuerdos que rigen la distribución del agua del río Bravo.

Particularmente, ha sido omisa ante el acaparamiento del recurso por parte de otras entidades, como Chihuahua, que se han convertido en usufructuarias privilegiadas de un bien que legal y legítimamente también corresponde a Tamaulipas. Esa ausencia de autoridad, ese desorden en la gestión de la cuenca, ha generado una verdadera anarquía hídrica.

A ello se suma otro flagelo: el robo de agua. Prácticas ilícitas que, bajo la sombra de la impunidad, desvían el recurso para beneficio de unos cuantos, sin importar el daño colectivo. Esta situación es insostenible. Y lo será aún más cuando las presas se vacíen por completo y los agricultores, los hogares, las industrias y los hospitales de la zona fronteriza simplemente no tengan una gota con qué subsistir.

El secretario Quiroga fue enfático: si no actuamos ya, el desastre será irreversible. Y su llamado no fue sólo para el Congreso local, sino para toda la estructura de poder y de decisión del estado.

Por eso, urgió a los diputados a levantar la voz, a dejar la tibieza y asumir una postura firme en defensa del agua de los tamaulipecos. Porque este no es un tema de partidos ni de ideologías. Es un asunto de supervivencia. 

En esta lucha no pueden estar solos los funcionarios del Ejecutivo ni los legisladores. Es imprescindible que productores agrícolas, ganaderos, empresarios, organismos civiles, universidades y la sociedad en su conjunto se sumen a un frente común. 

Se trata de ejercer el derecho que nos corresponde como estado, con la ley en la mano, y exigir que se respete el equilibrio en la distribución del recurso más vital de todos.

Ya no hay espacio para las medias tintas. La defensa del agua del río Bravo debe convertirse en una causa de estado, en una cruzada colectiva que involucre a todos los sectores. Porque el agua no es un lujo. Es un derecho. Y hoy ese derecho está siendo pisoteado por la indiferencia de quienes debieron cuidarlo.

Es ahora o nunca. Si no reaccionamos con la fuerza que el momento exige, si no cerramos filas como tamaulipecos, el día no muy lejano en que abramos la llave y no salga nada, dejará de ser una advertencia y se convertirá en tragedia. Y entonces, como suele suceder en este país, será demasiado tarde.

ASI ANDAN LAS COSAS.

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