La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

La marcha anti Makyito, en Reynosa, Tamaulipas tuvo un gran éxito. Más de un millar de ciudadanos, convirtieron la ira por el desdén de la autoridad municipal, en una jubilosa y creativa protesta frente a la presidencia municipal.
La mayoría de los asistentes, damnificados por la peligrosa tromba que azotó la ciudad, corearon ¡Fuera Makyito¡ y ¡No más doritos!
La primera –que no será la última– movilización desde lo más profundo del pueblo por el rescate de los derechos ciudadanos: la ayuda de la autoridad es un derecho, no un acontecimiento de bondad republicana; el velar por los intereses del ciudadano, es una obligación de la autoridad municipal no un favor institucional.
Ese mismo día y a esa misma hora, que representó un gran esfuerzo ciudadano, varios diputados se preocuparon por el pueblo –como nunca– y salieron a repartir ayudas.
Quizá les falló el timing a esos legisladores.
Probablemente, les faltó malicia.
Fueron los principales defensores de Makyito.
Si pretendían restarle consensos a los Makyiavélicos, les falló.
La conducta boicoteó a los protestantes: con la esperanza de recibir apoyos muchos afectados por las torrenciales lluvias no salieron a protestar.
¿De quién fue tan estúpida idea?
¿Cómo pretenden salvar al pueblo de la burla de los Makyiavélicos, mofándose de los miles de afectados?
Le dieron con esa actitud oportunista y convenenciera, oxígeno puro a la pandilla capitaneada por la doctora Maky.
Es decir: al final del día, los diputados y los Makyiavélicos le dieron la espalda al pueblo; lo acuchillaron con el mismo puñal.
Lo complicado era el inicio.
El primer paso ya está dado.
Mil inconformes –representando a similar número de familias– es un grandioso comienzo. Empezó a hacer agua la nave de Makyito, su novia por contrato y mamá inevitable.
La ira no es suficiente para enjuiciar a una mala administración municipal. La ira organizada, planeada, sí es generadora de cambios. A eso deben aspirar los organizadores de la marcha: darle a la irritación popular un cause funcional, racional.
La actitud de los legisladores y su tarea dispersora –y la de Makyito que todos conocemos–
muestra que sólo el pueblo, puede salvar al pueblo.
Olvídense de Makyito.
Superen la traición de los diputados y Olga Sosa.
Dos senadoras –Olga y Maky– se llenaron de lodo.
El JR salió más listo: hizo un mohín a los depauperados y se fue a la CDMX al senado de la república.
El feudo de los Makyiavélicos, está derrumbándose.