La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

Patéticas las declaraciones de la titular de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso del Estado, diputada Eva Reyes. De pena ajena, para una persona que ha presumido toda su vida de defensora de los derechos ciudadanos. Podría esperarse, de un jefe policiaco, de un gramerillo y hasta de un boletinero oficioso; pero de ella, que presume como su mayor prenda el cuidado de la libertad y de la vida…
Normalizar la violencia, no ayuda a nadie.
Normalizar el asesinato, nos hace cada vez más inhumanos; casi, como los responsables de esos hechos.
Normalizar las desapariciones maldiciendo a la geografía, es estigmatizar a nuestra tierra, señalarla como tumba segura para miles de inmigrantes y habitantes del terruño a quienes se les impuso una guerra –con todo lo que ello representa para el pueblo– para legitimar la imposición de Felipe Calderón como presidente.
Deseo que Reyes, reconozca su error.
O que aclare su narrativa, que daña en mucho a todos: gobierno, sociedad, población y sobre todo a Reynosa, Tamaulipas que siendo una región fronteriza es trasiego de tantos males como paso de gente de trabajo que mueven la economía de las dos fronteras.
Y ahora, con sus dichos, daña a los parlamentarios.
La postura de la diputada Reyes, degrada la Comisión parlamentaria que preside; también, abochorna al Congreso mismo. Los Derechos Humanos, es un tema de cuidado; es un fenómeno en la actualidad, que significa caminar al filo de la navaja.
Muchas veces los defensores resultan crucificados.
Unas veces porque –involuntaria o voluntariamente– apoyan a los gobiernos y otras a las víctimas. La derecha, en estos últimos días se ha tornado en defensores de los derechos humanos, cuando sus gobiernos, fueron esencialmente, el origen del crecimiento desmesurado de la violencia y la impunidad que hoy nos aqueja.
(Hay que recordar a García Luna).
Justo a esa narrativa inmoral, desvergonzada, antiética, abona lo dicho por la reynosense Eva Reyes.
En lo personal he visto a madres desgarradas, buscando a sus hijos e hijas. Y padres: Memo Gutiérrez Riestra, murió sin saber el paradero de su hija; años anduvo arrastrando su dolor por decenas de fosas clandestinas, sin saber de ella.
Como también he visto, a madres desgarradas excavando para localizar a sus vástagos, que se sabían, eran sicarios.
Unas y otras historias son ciertas.
Unas y otras madres –y padres– tienen derecho de buscar justicia, empezando con sus cuerpos.
Y la derecha y sus voceros resaltan la versión de Eva, como si campeara en las filas de MORENA.
El partido debe puntualizar, para evitar que se generalice la pifia de doña Eva.