Por: Luis Enrique Arreola Vidal.
Un grito desde el silencio: La historia de Lucía…
Todo comenzó con una publicación en Facebook: la foto de Emiliano, de 12 años, desaparecido en Reynosa en junio de 2023. Su madre, Lucía, cuenta:
“Las autoridades me dijeron que quizá se escapó de casa. Pero Emiliano no se iría sin su perro…
Ahora busco entre basureros y fosas, porque ya no confío en nadie”.
Su voz se quiebra. Como ella, miles de familias en México viven una pesadilla sin fin.
Las cifras que estremecen (y lo que ocultan).
Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), si la tendencia actual continúa, para diciembre de 2024 se habrán reportado 108,497 casos de menores desaparecidos desde 2015, con 16,378 aún sin localizar.
Esto implica 14 niños desaparecidos cada día, un ritmo que convierte a México en un infierno para la infancia.
Pero en Tamaulipas, la crisis es una herida abierta:
- 8.2% de los secuestros de menores a nivel nacional ocurren aquí.
- Por cada 100 niños localizados, 1 es hallado sin vida (29 casos hasta agosto de 2024).
- 59.8% de las víctimas son niños; 40.2%, niñas.
Lo que las cifras no dicen: El 70% de las desapariciones en zonas rurales no se denuncian por miedo al crimen organizado, según la Red de Desaparecidos en Tamaulipas.
Tamaulipas: Frontera, crimen y una guerra fallida.
La tragedia tiene raíces históricas.
Desde que el gobierno federal lanzó la “guerra contra el narcotráfico” en 2006, Tamaulipas se convirtió en un campo de batalla. Su ubicación fronteriza con Estados Unidos —por donde pasa el 90% de la cocaína consumida en ese país— la hace estratégica para los cárteles.
Los niños son mercancía en esta guerra:
- Reclutamiento forzado: adolescentes secuestrados para ser halcones o sicarios.
-Trata sexual: redes que explotan a niñas migrantes, muchas de ellas provenientes de Centroamérica.
- Extorsión: secuestros exprés donde los niños son moneda de cambio.
Los invisibles: Migrantes sin nombre.
Mientras México clama por sus desaparecidos, los niños migrantes enfrentan un limbo. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reportó 40 menores muertos o desaparecidos en la frontera norte en 2024, pero colectivos como Hijos de la Madre Tierra estiman que la cifra real supera los 200.
María, voluntaria en un albergue de Nuevo Laredo, relata:
“Llegan niños hondureños solos, con moretones y hambre.
Les preguntamos sus nombres, pero muchos ni siquiera los dicen…
Temen ser deportados o vendidos”.
El Estado fallido: Entre balas y expedientes polvosos.
La Fiscalía de Tamaulipas tiene una tasa de resolución de casos del 4%, según datos obtenidos vía transparencia. Mientras tanto, la Ley General en Materia de Desapariciones, creada en 2017, sigue sin aplicarse por falta de presupuesto y corrupción.
Un ejemplo de impunidad: El caso de Valeria, desaparecida en 2021 en Matamoros. Su expediente fue cerrado en 2023 con el argumento de “falta de pruebas”, pese a que testigos vieron cómo un camión de policía municipal se la llevaba.
Soluciones concretas: Más allá de los discursos.
Para romper este ciclo de horror, se requieren acciones urgentes:
1. Fuerza Especial de Búsqueda de Menores: una unidad con peritos, rastreadores y psicólogos, financiada con apoyo internacional.
2. Alerta Amber transfronteriza: colaboración con Estados Unidos para rastrear niños vendidos o traficados.
3. Programas de protección a familias: testigos como Lucía necesitan custodia policial real, no promesas.
4. Educación contra el reclutamiento: talleres en escuelas de zonas marginadas, liderados por exvíctimas.
El costo humano: Comunidades rotas.
La desaparición de un niño no solo borra un futuro: destruye comunidades enteras. En San Fernando, un pueblo marcado por la masacre de 2010, el 40% de las familias ha retirado a sus hijos de la escuela por miedo.
“Prefiero que no estudien a que no regresen”, dice Juan, padre de tres niños.
El impacto psicológico es una epidemia silenciosa: el Instituto Mexicano de Psiquiatría reporta que el 65% de las madres de desaparecidos en Tamaulipas desarrolla depresión crónica.
Un llamado a la acción: No más cómplices.
Para las autoridades:
- Realizar auditorías internacionales por parte de la CIDH.
- Destinar el 10% del presupuesto antidrogas a programas de protección infantil.
Para la ciudadanía:
- Apoyar a colectivos como Buscadoras de Vida (contacto: www.buscadorasdevida.mx).
- Exigir transparencia en los casos mediante plataformas como Change.org.
Para el mundo:
Dejar de ver a Tamaulipas como un “problema mexicano”. El consumo de drogas en Estados Unidos y Europa alimenta esta maquinaria de muerte.
¿Hasta cuándo?
Tamaulipas no es una excepción: es el espejo de un país que ha normalizado la violencia. Cada niño desaparecido es una denuncia contra un sistema podrido por la impunidad.
Como escribe Javier Sicilia, poeta y activista:
“Cuando el Estado mata o permite que maten, pierde su razón de existir”.
La infancia mexicana clama justicia.
¿Quién responderá?