La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
El día que conocí a Hugo Pedro González Lugo, exgobernador de Tamaulipas, entendí porqué había sido tratado como juguete de trapo, por los vendavales que lo azotaron: el portesgilismo y el alemanismo. Si algo llamaba inmediatamente la atención de su persona, era su bondad, su transparencia y su generosidad.
Todo ello, se reflejaba en su vestimenta modesta: traje raído, zapatos gastados, camisa blanca de mucho uso y corbata sin brillo.
Se podría decir, que no estaba hecho para la política.
No había una pizca de rencor.
No tenía ni un solo timbre de amargura, en sus recuerdos del tránsito por la política.
Fue un fiel representante del portesgilismo.
Vivía en una modesta casa en el centro de Nuevo Laredo y atendía a sus amigos y clientes en su despacho. Nada que ver con los políticos de ahora. Supongo que los miembros de la nueva clase política sentirían un poco de rubor, si lo hubieran conocido en los años 90 del siglo pasado.
Destituido del cargo por el presidente Miguel Alemán en 1947 debido a la muerte del periodista Vicente Villasana a manos del jefe policiaco de González Lugo. La historia ha sido injusta con el nuevolaredense.
Si algo destacó en el gobierno de Hugo Pedro, fueron la honestidad y la ecuanimidad.
Justamente, lo contrario del individuo que lo reemplazó: Raúl Gárate, un tipo autoritario –era general–, megalómano y notablemente corrupto.
Sin duda Gárate, es el padre de la corrupción moderna en Tamaulipas.
No hablo de oídas.
Ni por parcialidad política.
En los Archivos Notariales y del Congreso, existen pruebas de cómo los amigos más cercanos del general Gárate se apropiaron de fértiles tierras en la región de Mante, del valle de San Fernando y Matamoros.
En este periodo histórico creció y se desarrolló una burguesía agraria parasitaria que los agraristas bautizaron como campesinos nylon.
Gárate sabía lo que hacía.
El presidente Alemán, le había encomendado pulverizar, el aparato social creado por Emilio Portes Gil. Hizo lo mejor que pudo para agradar a su jefe: achicó todo vestigio de portesgilismo en el estado.
Políticamente logró sus objetivos.
Moralmente también: acabó con la ética en la práctica política dominante. Inició un régimen de rapiña encabezado por él mismo, que marcó una era en la entidad.
La clase política nunca fue la misma.
Se considera al exgobernador Enrique Cárdenas González, como el pionero en cuestiones del uso indebido de los bienes públicos en la historia contemporánea.
Es impreciso.
Liquidar al portesgilismo, pasaba por desplazar su más sólido legado: la moral en el servicio público.
Y para eso, el alemanismo se pintaba solo.