La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

Una cosa es cierta: la administración de la IV T que encabeza el gobernador, Américo Villarreal Anaya, eliminó el hostigamiento y la represión a los periodistas de medios escritos y a los lideres de opinión de los medios electrónicos. Parecer ser que esas formas provenientes desde la autoridad estatal quedaron en el pasado.
No es fácil decirlo: nunca habíamos visto una práctica de la información tan libre como ahora; al menos de la parte oficial.
En lo particular he vivido dramáticas formas de represión; de alcaldes, de gobernadores y las más incómodas: de los poderes fácticos.
En una ocasión, un representante de esos grupos anti-sociales me abordó en Río Bravo. Recorrimos varias calles en su camioneta. Me dijo que me conocía de años; me dijo que el alcalde Juan Diego Guajardo Anzaldúa, les había hecho un encargo para mi persona.
Yo en aquel entonces, había tenido ciertas diferencias con el jefe edilicio.
Entendí qué tipo de encargo le habían pedido.
Le pregunté por qué no lo había hecho.
Me respondió sin una pizca de emoción:
–Nos debía varios millones. ¡Y nos quería ordenar!
Así me enteré varios años después, el fallido deseo del alcalde de mi pueblo.
Francisco Cuéllar Cardona director de Comunicación Social, en el festejo por el Día del Periodista, hizo énfasis en el clima de libertad que existe en Tamaulipas. Y en el tono de respeto que el gobierno del estado, trata a los comunicadores.
Algunas voces han proclamado la censura que hay en su contra. Con la libertad que hay en las redes sociales, es bastante remoto que existan órdenes de acallar voces o ideas divergentes. Si hay censura en una red social, existen otras. En lo personal, no he sentido ninguna expresión de silenciar mi opinión.
FB, censura ideas, pero no discursos supremacistas, racistas, xenófobos, pornografía; X lo mismo.
Y nadie dice nada.
Y esa es una conspiración de grandes magnitudes.
Incluso en los excesos –que los he tenido– no he recibido en esta administración estatal ningún apercebimiento de ningún tipo.
Seguramente habrá otras percepciones.
Tan respetables que las leo y escucho con interés.
Algunas veces, compañeras y compañeros me han acusado de misógino. Esa es una forma de censurar; de utilizar métodos muy cercanos a la coacción. Sigo montado en mi macho; no veo mujeres u hombres en la política: veo actores en el servicio público.
Si algún día soy objeto de censura, lo mostraré con un timbre de orgullo.
Será la prueba fehaciente de que mis escritos impactan en la opinión pública.
¿O no es ese el objetivo fundamental de nuestro trabajo?