CONFIDENCIAL

Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.

Durante el sexenio del panista, Felipe Calderón Hinojosa, (2006-2012), el gobierno decidió colocar a militares de alto rango al frente de las instancias de seguridad pública, particularmente en aquellas entidades con mayor presencia de los cárteles criminales.

Eran tiempos en que la milicia gozaba del respeto pleno de la sociedad, y generaba temor entre los grupos delincuenciales. Su sola presencia en las calles despertaba asombro y seguridad hacia la ciudadanía.

Además, se les consideraba a los militares poco propensos a la corrupción.

Derivado de todo eso, el gobierno, y un amplio sector de la sociedad, tenían la idea de que colocar los mandos de las policías civiles en manos de la milicia, era la solución para frenar la inseguridad pública, sobre todo aquella generada por los cárteles del narcotráfico.

Sin embargo, la historia se ha encargado de demostrarnos que no fue así. Durante los últimos doce años han muerto cerca de 400 mil personas como consecuencia de la violencia delincuencial.

Los militares han sido un fracaso como jefes policiales. En vez de disminuir, la inseguridad pública en el país se agravó.

La evidencia contundente la tenemos en estados como Sinaloa, Guanajuato, Chiapas, Tabasco, Guerrero, y otros más que viven una pesadilla de terror generada por la delincuencia organizada que se disputa los territorios.

¿Porque no dieron resultados los militares? Respuestas puede haber varias, pero en lo personal creo que, una de ellas es que la formación castrense nada tiene que ver con el área de seguridad pública.

Los militares no están formados para investigar delitos o perseguir delincuentes. Su formación es otra, muy distinta.

A ellos los preparan para obedecer y para ir a una eventual guerra y, por supuesto para auxiliar a la población en caso de desastres naturales. En síntesis, se les forma para el cumplimiento de las misiones de las armas y los servicios propios que constitucionalmente se le tienen asignados al Ejército y la Fuerza Aérea.

Además, los grupos delincuenciales terminaron perdiéndoles el respeto. En vez de rehuirlos, los grupos criminales los confrontan, los atacan.

A todo ello hay que sumar, que como seres humanos, los militares también son vulnerables a la corrupción, y ese mal término por contagiarlos a muchos.

Bajo esas circunstancias, parecería que es el momento de que el gobierno federal dé un paso atrás en ese tema. Ha llegado la hora de que la federación evalúe la conveniencia de que la seguridad pública regrese a manos de civiles. De verdaderos expertos en la materia.

Por supuesto que es necesaria, indispensable, la participación del Ejército y las fuerzas armadas en general, en el combate a la inseguridad pública, porque finalmente son ellos los que tienen el poder de fuego para enfrentar a los grupos delincuenciales.

Las policías solas jamás podrían contener a los grupos delincuenciales.

Sin embargo, insisto, el mando de las policías debe regresar a los civiles.

Afortunadamente, pareciera que existen indicios claros de que la decisión del gobierno federal en ese aspecto está tomada. Ojalá sea así.

EL RESTO.

Morena nunca será el mismo sin, Andrés Manuel López Obrador.

Eso quedó claro durante la reciente cumbre partidista del partido guinda en Tampico.

Fue un evento desangelado, muy lejos de aquellas concentraciones que conseguía el ahora expresidente.

Para fortuna de Morena, la oposición está desaparecida. Prácticamente no existe.

Sin embargo, en política nada es seguro, y en una de esas en el 2027 y 2028 podría pagar las consecuencias de esa desvinculación con la militancia y también de la división generada por los grupos de poder.

ASI ANDAN LAS COSAS.

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