La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

El todavía alcalde de ciudad Victoria, nada haciendo esfuerzos desesperados, para no ser removido del cargo. Aquí en la capital que gobierna, todos lo dejaron solo y su alma; el Ayuntamiento no existe en virtud que el Cabildo no ha aprobado a sus integrantes y todo aquel que ose decir que representa dicha expresión de gobierno, pasa a estar fuera de la ley, porque usurpa funciones.
Por ese motivo, en Palacio municipal no hay quien atienda a los ciudadanos, que despistados, llegan ahí para hacer algún trámite o alguna gestión.
El palacio está solo.
Muy solo.
Ni el secretario del Ayuntamiento, se le localiza en sus oficinas.
Días antes, los síndicos y regidores, casi lo echaron del inmueble diciéndole que no ha recibido nombramiento.
El alcalde, tampoco está en la ciudad.
Se dice que anda en la ciudad de México, haciendo antesala en la Secretaría de Gobernación y las Cámaras de diputados y senadores, para resistir la embestida de los ediles.
Se desconoce, si ha recibido instrucciones de resistir o de declinar.
Hay línea de no dar declaraciones a la prensa sobre el caso. Hasta que no venga el jefe edilicio con las nuevas, nadie debe pronunciarse al respecto. El jefe de prensa también está en carácter de desaparecido; no hay boletines ni señalamientos de ninguna especie.
La duda que salta en la mente de los analistas es qué va a hacer el presidente municipal.
¿Se atrincherará en palacio municipal?
¿Tomará la vía jurídica para frenar el desafuero?
¿Lo seguirán en su aventura síndicos y regidores?
¿Quién está al mando ante tan críticas circunstancias?
¿Quién está operando los servicios públicos?
¿A quién responsabilizar de la crisis de la ciudad?
El balón está en la cancha del Congreso.
El alcalde, debe de comparecer en los próximos tres días hábiles para que aclare la situación. Tiene hasta el lunes para responder de las acusaciones serias que le han hecho los ediles. Los cierto es que no solo el alcalde la incurrido en irregularidades e ilegalidades; también son secretarios diversos que han realizado acciones por mandato del alcalde.
Es decir: el presidente municipal y todo el Ayuntamiento, estuvo desde que tomaron protesta de ley, en la ilegalidad. Unos porque recibieron una constancia ilegal; otro, porque expidió un documento apócrifo.
O sea: resultaron más falsos los nombramientos obsequiados por el jefe edilicio, que los títulos y reconocimientos del Instituto Chavalín.
De todo eso, se derivan inquietantes cuestionamientos: ¿quién demonios ejerció el presupuesto si no tenía autoridad para hacerlo?
El Ayuntamiento que dirigió el alcalde, está en el limbo jurídico.
Dejemos que la surrealista historia, siga su curso; quizá nos sorprenda, con un final al más puro estilo del realismo mágico.