La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

Uno de los preceptos más plausibles y sagrados de la IV T, y sus gobiernos –o al menos el federal–, es la búsqueda del crecimiento y desarrollo socio-económico, sin solicitar préstamos. Esto, se incubó con el proyecto de Andrés Manuel López Obrador, luego de llegar a una conclusión patética: el neoliberalismo, vendió la idea de contratar deuda para impulsar mejorías en el mercado y en los grupos ciudadanos; sólo que resultó una falacia: esos fondos, pararon en los bolsillos de la burocracia gobernante y en los socios de la mafia del poder.
Desde sus primeras campañas por la presidencia, López Obrador, fustigó esa estrategia. Manejó como alternativas, medidas que no laceraran los intereses de la población vulnerable: austeridad en los sueldos del aparato gobernante, honestidad en el manejo de los fondos públicos, combate a la corrupción, pago de impuestos parejo, e inversiones gubernamentales en zonas prioritarias del país.
Resultó exitosa la estrategia de AMLO.
Se recuperaron varios billones de pesos, que debían algunos mega empresarios quienes por décadas, no pagaron impuestos; otros, disfrutando la complacencia del Estado, estuvieron recibiendo de regreso contantes y sonantes los montos cubiertos de sus obligaciones fiscales.
O sea: los camajanes de la economía mexicana, no pagaban sus adeudos incurriendo en una monumental estafa al SAT y a los mexicanos. Ese feliz capitalismo de compadres, se achicó con la llegada de la IV T al gobierno federal.
En Tamaulipas, ocurrió algo semejante.
Tomás Yarrington, inició adquiriendo deuda, dejando un legado ominoso para que Eugenio Hernández la pagara; a la vez, Geño, dejó otro bonche de miles de millones para que los cubriera Egidio; y así la cadena se fue engrosando, hasta que Francisco García Cabeza de Vaca, le dio otra mordida al presupuesto –el último crédito fue por algunos 4 mil millones de pesos antes de irse– supuestamente para el combate a la epidema de Covid.
El resultado: el gobierno, de Américo Villareal Anaya, tiene la obligación de pagar esos adeudos que los tamaulipecos no sabemos en dónde se invirtieron.
Esa responsabilidad, disminuye la bolsa de la administración de la IV T, para la construcción de obras de beneficio social, de decenas de comunidades que sufren el colapso de los servicios públicos ante la eventualidad de meteoros que podrían flagelarnos.
Por eso suena deplorable, el anuncio de la Secretaria de Finanzas, Adriana Lozano: la IV T tamaulipeca, está pensando en utilizar un crédito de mil 200 millones de pesos para otra línea del acueducto de la presa Vicente Guerrero, a ciudad Victoria.
¿De dónde sacó esa idea la funcionaria?
Se presume de su marco de referencia conservador.
Es muy probable, que haya salido en esas largas noches en los casinos de la ciudad –y de otras ciudades– apostando su dinero –esperemos no el de los tamaulipecos– frente a las invencibles maquinitas tragamonedas.
No puede haber otra explicación, para tanto desvarío.
Álguien debe alertarla: concretar ese préstamo, no puede acarrear cosa buena para Tamaulipas.
Será eso sí: la restauración de las políticas neoliberales en la región.
¿Acaso AMLO, entregó más de 30 años de lucha social contra el engendro del neoliberalismo, para que una gris funcionaria –luego de disfrutar el poder por ese esfuerzo–, lo apuñale?