Reflector/ Gilda R. Terán.

El hombre siempre ha estado en la búsqueda de Dios,  pues es parte esencial de su condición humana, y  se manifiesta en celebraciones y ritos religiosos para acrecentar la fe, aunque hay que tener presente que el verdadero significado del cristianismo no es solo darse golpes de pecho, sino ser congruentes en la vida diaria.

El mensaje es compartir que Jesucristo murió en la cruz y resucitó, para darnos el regalo de nuestra salvación, y confiar plenamente en esta esperanza de vida eterna, porque con el somos más que vencedores.

Recordemos que la Semana Santa, inicia con el Domingo de Ramos en el cual se conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén: “Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino.

Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto” (Lucas 19,36-37).

Posteriormente, los días lunes, martes y miércoles santos recordamos momentos importantes en su vida, como el pasaje de la lamentación  sobre Jerusalén; la expulsión de los vendedores del Templo; la conspiración contra Jesús y la traición de Judas.

Ya en el jueves se llevó  la última cena que se celebraría en ocasión de la Pascua judía, y el viernes es toda la atención en el proceso y la muerte de Jesús en la cruz, momento en el cual se recuerdan las siete palabras pronunciadas antes de su muerte. El sábado es el día del silencio ante la sepultura,

Pero el domingo es un día de fiesta, por la  proclamación de la Resurrección de Jesús, razón de la fe del cristiano.

Pero amable lector, es importante que exista  coherencia en nuestra fe y en el caminar  diario, y  es que hoy, por lo acelerado de la vida actual cada vez los afanes quitan el tiempo para pensar, orar o meditar, el estrés, los hábitos inadecuados, las preocupaciones, le quitan humanidad a la vida, desplazando el espacio de crecimiento y de cultivo de lo espiritual. 

Que no nos extrañe, ver cada día a más personas enfermas más allá de lo físico sumidas en la depresión, la soledad, la tristeza, el deseo de autodestrucción y el miedo, y es que sin duda alguna cuando no le dan un sentido existencial a sus vidas, ese vacío espiritual puede carcomer el alma.

Porque debemos saber, que una vida sin Dios, no tiene sentido, es como  navegar en altamar sin timonel, pues la vida de cada ser humano es como un barco que navega,  y en ocasiones nos  azota la tempestad y amenaza por el naufragio.

Y vemos el peligro como un abismo que se abre a nuestros pies, y el puerto de anclaje se ve muy distante,  entonces llega la desesperación y nos invade,  todo el escenario se vuelve obscuro, y sentimos miedo, pero es aquí donde surge la pregunta: «¿Quién está en el timón?».

Pero la seguridad de arribar confiadamente al puerto de nuestro destino está, precisamente, en quien tiene el timón en sus manos,  pues él conoce la ruta, y domina a los elementos de la naturaleza, todo saldrá bien, y  nos llevará una salida y puerto seguro para pasar las tormentas en nuestras vidas, tan solo tienes que estar seguro y confiado.

Pues quien maneja el timón de la vida, es nuestro salvador Jesucristo, tenga presente que un día él calmó la tempestad y sosegó a los vientos en el mar de Galilea y cuando volvió la paz, «los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?».

Yo le preguntaría a usted,  ¿Si está el timón de su vida en las manos de ese Capitán divino y poderoso? Porque mientras viva, hay esperanza, y el vino para darnos vida en abundancia, que estos días santos sirvan para reflexionar sobre ese gran amor eterno.

Nos vemos en la próxima.

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