Reflector/ Gilda R. Terán.

Muchas veces nos derrumbamos sin remedio sin saber por qué,  sin entender los motivos, a veces, nos abatimos por circunstancias que en su mayoría no comprendemos, y  es que el dolor  jamás encuentra  justificación, y de pronto llega sin previo aviso queriendo ser permanente.

Por tanto, en algún momento, la adversidad puede tocar a nuestra puerta,  a veces cuando lo hace, se puede acomodar sin que la hayamos invitado a pasar y se puede convertir en un molesto acompañante.

Parecieran esas etapas en las que todo parece ir mal, en las que lo vemos todo gris y no divisamos la luz al final del túnel, por lo que podemos desanimarnos y hasta deprimirnos, y es que los nubarrones  forman parte de la vida.

Nadie está exento de calamidades, pues  no somos ajenos al  sufrimiento, y muchas veces, este mal necesario se convierte en un canal de aprendizaje, a veces, más directo que la misma felicidad, por lo que aceptar, abrazar y superar lo que nos sucede en las adversidades, es vital para que la experiencia nos ayude.

Para mí en lo personal, el abrazar la realidad, vivirla, asimilarla, sufrirla e interiorizarla son claves para la  solución,  y es que no basta con oír, hay que saber escuchar, no basta con ver, hay que saber mirar, entender que siempre hay un más allá y que éste puede ser nuestro mayor consuelo en esos momentos en los que aparecen las adversidades.

Tengo la certeza, que la mejor manera de superar el dolor es hacerle frente al sufrimiento, todos pasamos por situaciones en la vida que nos producen sufrimiento y que no sabemos cómo afrontar.

Y es que no existe una fórmula que funcione siempre (ojalá fuera así), sino que debemos aceptar que el sufrimiento es parte de la vida, aunque resulte doloroso muchas veces, aunque pensemos que el mundo se nos viene encima.

No obstante ante los retos de la vida, siempre tenemos presente la esencia de nuestro Creador,  quien viene alumbrar, a dar paz, y fortaleza en todos los embates que se nos pueda presentar en este viaje por la tierra.

Es una realidad que el  hombre siempre ha estado en la búsqueda de Dios,  pues es parte esencial de su condición humana, y  se manifiesta en celebraciones y ritos religiosos para acrecentar la fe.

Pero amable lector, es importante que exista  coherencia en nuestra fe y en el caminar  diario, y  es que hoy, por lo acelerado de la vida actual cada vez los afanes quitan el tiempo para pensar, orar o meditar, el estrés, los hábitos inadecuados, las preocupaciones, le quitan humanidad a la vida, desplazando el espacio de crecimiento y de cultivo de lo espiritual. 

Que no nos extrañe, ver cada día a más personas enfermas más allá de lo físico sumidas en la depresión, la soledad, la tristeza, el deseo de autodestrucción y el miedo, y es que sin duda alguna cuando no le dan un sentido existencial a sus vidas, ese vacío espiritual puede carcomer el alma.

Porque debemos saber, que una vida sin Dios, no tiene sentido, es como  navegar en altamar sin timonel, pues la vida de cada ser humano es como un barco que navega,  y en ocasiones nos  azota la tempestad y amenaza por el naufragio.

Y vemos el peligro como un abismo que se abre a nuestros pies, y el puerto de anclaje se ve muy distante,  entonces llega la desesperación y nos invade,  todo el escenario se vuelve obscuro, y sentimos miedo, pero es aquí donde surge la pregunta: «¿Quién está en el timón?».

Pero la seguridad de arribar confiadamente al puerto de nuestro destino está, precisamente, en quien tiene el timón en sus manos,  pues él conoce la ruta, y domina a los elementos de la naturaleza, todo saldrá bien, y  nos llevará una salida y puerto seguro para pasar las tormentas en nuestras vidas, tan solo tienes que estar seguro y confiado.

Pues quien maneja el timón de la vida, es nuestro salvador Jesucristo, tenga presente que un día él calmó la tempestad y sosegó a los vientos en el mar de Galilea y cuando volvió la paz, «los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?».

Yo le preguntaría a usted,  ¿Si está el timón de su vida en las manos de ese Capitán divino y poderoso? Porque mientras viva, hay esperanza, y el vino para darnos vida en abundancia, que estas letras sirvan para reflexionar sobre ese gran amor eterno.

Nos vemos en la próxima.

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