Reflector / Gilda R. Terán.

Sin duda alguna que el hombre en su larga historia, ha hecho del amor al dinero, una cadena de tragedias y desolación,  dejando escrito que la avaricia y la codicia vienen a quebrantar su condición humana.

Pero, demos paso a que el  dinero es necesario para satisfacer las necesidades primarias del ser humano: comida, vivienda y vestimenta, y se hace “ineludible” para las relaciones sociales, y accesorios no vitales como: carro, muebles, electrodomésticos, entre otros.

Y es que a nivel personal y social  es importante, y en el mundo es esencial para mantener la calidad de vida de los habitantes al permitir brindar servicios sociales y conservar la infraestructura de los países.

En ocasiones el excesivo apego al dinero, y la forma de obtenerlo han tenido finalmente destinos lamentables, engaños, corrupciones, cárcel o deudas son algunas de las consecuencias por ser obsesivos con este “circulante”.

Quiero explicarle que en psicología se conoce como crematomanía a esa obsesión que padecen algunas personas por acumular riquezas, quienes la sufren supeditan cualquier interés al de ganar más y más a tal grado que la familia, los amigos, la pareja dejan de tener tanta relevancia para la persona cuando aparece una posibilidad de aumentar los ingresos o las posesiones.

Parece ser que el dinero, en su justa medida, nos ayuda a vivir mejor en un mundo dominado por el capitalismo, pero no olvidemos que no deja de ser un trozo de papel al que se le ha otorgado un valor de intercambio, no obstante hay que tener la moneda suficiente para vivir dignamente es algo necesario para alimentarnos, resguardarnos bajo un techo y vestirnos.

Ahora en la vida espiritual, nos encontraremos pasajes de la vida terrenal, en los cuales nos advierten “Que el amor al dinero es raíz de todos los males; y hay quienes, por codiciarlo, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos.”

Mis lectores deban de saber que, Dios no desaprueba la posesión de riquezas, sí no los medios para conseguir esta pudiente posición,  ya  que los que desean enriquecerse caen en tentación, y se vuelven esclavos de sus muchos deseos, hundiéndose en la ruina y en la destrucción.

De ninguna forma condena el dinero ni critica a los ricos; pero deja claro que es el amor al mismo, la fuente de todos los males,  ya que en el ser humano casi siempre radica la maldad, en su afán por  atesorar bienes.

Pues se vuelve avaro, materialista, codicioso y amante de lo ajeno, pero cuando se tiene una visión realista del dinero, se convierte en una bendición que nos permite subsistir, disfrutar de la vida y ser generosos, si se usa de una manera correcta, con responsabilidad y honradez.

Pues la generosidad revela una actitud sana con respecto a los bienes materiales, mientras que la idolatría a la riqueza entenebrece el corazón, ya que algunas personas adineradas pueden volverse orgullosas, pensando que sus finanzas ofrecen verdadera seguridad y felicidad, algo que solo Dios puede darles.

En sí, el amor al dinero nos transforma en esclavos y nos conduce a la destrucción; y es allí donde, en vez de ser un canal de bendición, se convierte en una maldición, cuando se establezcan las prioridades, y se ponga en primer lugar el amor a Dios y al prójimo, entonces “la raíz de todos los males” dejará de ser.

“Sea feliz en familia”, hasta la próxima.

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