Reflector/ Gilda R. Terán.

Aquí estoy plasmando mis letras, quiero escribir esperanza en estos tiempos en los cuales para algunos parecieran días grises, pero de algo tengo la certeza que “aún las noches más obscuras terminan cuando sale el sol”.

En esta estancia  terrenal  hay un adagio que dice  “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, pero para muchos solo son palabras de consuelo y para otros tiempos de desesperanza, en el que perciben solo un final desalentador.

Pero no se preocupe, todo acabará algún día solo tiene que sobrevivir el tiempo suficiente, ya que hasta las sendas más vertiginosas, terminan cuando llega el final, tal vez sobrevenga  el abatimiento físico y mental el cual se asemeja a un túnel sin salida.

Y si somos permisivos a estos males, en su estadía serán típicas las  situaciones de alto estrés, en donde el cuerpo reacciona poniéndose en estado de alerta, y la verdad es que no todos nos tomamos igual las dificultades que se nos ponen enfrente, pero todos tenemos piedras en el camino y preocupaciones que quisiéramos evitar.

Hay personas que consiguen sobrellevar los obstáculos eficazmente y otras a las que el cúmulo  de problemas les parece como un gigante aterrador, que les roba y aniquila su fuerza emocional.

Es normal que se sienta fragilizado, ya que en ocasiones los miedos que hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas,  se presentan  como días nublados a los cuales no podemos vencer, en vez de percibirlos solo como vendavales sin rumbo.

Hay que tomar en cuenta, que en ocasiones el temor nos paraliza, y podemos hasta generar situaciones imaginarias, que nos impide ver la realidad y por lo tanto no actuar, ya que este mecanismo se activa con frecuencia cuando no tenemos control de una situación, o cuando no sabemos qué puede pasar en el futuro porque algún aspecto que nos daba seguridad se ha modificado.

Y bueno, hasta cierto punto, es un instinto natural huir de lo que nos da miedo y buscar para abrazar lo que nos da seguridad,  y como queremos sentirnos seguros, la mente quiere anticipar situaciones trayéndolas al presente en los pensamientos, para intentar controlarlos.

Consideremos que a lo largo de nuestra vida, muchas veces tenemos que enfrentarnos a situaciones difíciles e imposibles de superar humanamente hablando, ellas se levantan contra nosotros intentando no sólo afectarnos en lo físico- emocional,  sino también en lo espiritual.

Y es que en el diario vivir, con frecuencia, se nos acercan monumentales  chaparrales y a veces se quieren quedarse instalados en nosotros,  entre estos pueden ser  emociones, como: el miedo, desánimo,  rabia,  tristeza, impaciencia,  pesimismo, depresión, envidia, enfermedades, etc.

Debe de saber que estos estados  emocionales si se le permite por largo plazo su permanencia en nuestras vidas, alimentándolos en lugar de combatirlos, derivará en afectación de nuestra salud física-mental, espiritual, en si enfermedades que pueden estancarse para aniquilar el alma.

Pero hay una verdad incuestionable, en la cual no importa cuán profundo parezca que estamos sumergidos por los problemas y las dificultades;  siempre tendremos la esperanza que con Cristo podemos comenzar de nuevo.

Lo único que necesitamos es creer que para el Salvador de este mundo, no hay nada imposible, ya que todo lo que para el hombre es imposible para Dios es posible. Mateo 19: 26, no  importa cuánto se demore sigua esperando los tiempos perfectos.

Tenga la fe que Dios quiere darnos descanso, y regalarnos su paz en medio de la tormenta, no se aflija solo confíe en Jesucristo entréguele a él sus cargas, 1a. Pedro 5: 7 “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” y es que para poder pensar con claridad en medio de los problemas necesitamos estar en paz con nosotros mismos.

“Con Jesucristo somos más que vencedores”.

Nos vemos hasta la próxima, que su fe sea siempre fortalecida.

[email protected]