Reflector/ Gilda R. Terán.

Amable lector, sin  duda alguna que los seres humanos en ocasiones van acicalados para alcanzar el reconocimiento, la notoriedad, relevancia, y van por sus senderos llenos de vanidad, deseando ser admirados por todos para satisfacer su ego.

Y es que esa admiración excesiva y exagerada hacia ellos mismos, con sus supuestos dones y capacidades, los lleva al más alto narcisismo, dejando a un lado, uno de los verdaderos poderes que tenemos en nuestra mano pero que muchas  veces desdeñamos, me refiero a la humildad.

Es esa gran virtud del ser humano, contraria a la soberbia, que sirve para reconocer las propias debilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas en las relaciones con los demás, poniendo lo mejor de uno mismo y sacando los mejores valores de quien tienes enfrente.

Sabía usted, que el poder de la humildad, aporta lucidez, valor y fuerza, para detenerse a pensar y ver las cosas en toda su realidad, ayudándole a ver lo que es verdaderamente importante, le da esa paz interior que le permite tomar buenas decisiones.

Se necesita grandeza del alma, para andar con prudencia y sencillez, es cierto que hay temor que vean su vulnerabilidad, sus debilidades, sus puntos flacos y limitaciones, no obstante este valor traerá fortaleza.

Pues casi siempre la sencillez abre las puertas que la prepotencia cierra, porque el poder de la humildad demuestra valentía, fortaleza y confianza en uno mismo, engrandeciendo a las personas dotando de prudencia a la vista, a la escucha y a la palabra.

Los humildes dan lecciones de vida a la humanidad envidiosa, egoísta y vanidosa, ya que es el mayor signo de sabiduría porque descubren el arte de vivir y de saber conducirse en la vida.

Según la psicología practicar este valor, se traduce en un antídoto perfecto contra egocentrismos, ostentaciones y soberbias y nos convierte en personas sencillas, receptivas, atentas, cercanas y sinceras.

Se estima que la verdadera humildad necesita hacer un análisis realista de nuestras capacidades, reconocer nuestras limitaciones y abrirnos a nuevas ideas. ¿Cómo vamos a ser capaces de hacer todo lo anterior si no tenemos una saludable autoestima? y es que una persona egocéntrica nunca podrá llegar a este nivel porque  no querrá ver sus defectos, como tampoco podrá descubrir sus cauterizadas virtudes.

Es importante, reconocer las limitaciones propias con el fin no de tirarse al abandono si no de luchar por superarlas, jamás compararse con otras personas ya que todos somos distintos, y es que casi siempre en las comparaciones las posibilidades cuando hay baja autoestima son de perder.

Hay que fortalecer el mantenimiento de nuestras capacidades y logros en constante perspectiva, pero hay que cuidarnos del perfeccionismo, pues es un enemigo acérrimo de la humildad que más tiene que ver con el deseo inmaduro de colmar expectativas que con el trabajo bien hecho.

Mi  certeza es que Jesucristo es nuestro máximo ejemplo de humildad

“Vuestro atavío no sea el externo… sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” 1 Pedro 3:3-4.

Primero Dios, y nos vemos hasta la próxima.

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