¿Qué está pasando en los estados  de la república, en México, y en el mundo? Me parece que,(hoy o ayer), domingo en el llamado Día de la Libertad de Expresión,  resulta pertinente  reflexionar en torno a los signos de decadencia y caducidad de los actuales patrones  de la democracia representativa.

   Los partidos políticos y las instituciones emanadas de ellos, están siendo rebasados por las movilizaciones ciudadanas, auténticas rebeliones masivas, huracanes de la ira y el hartazgo, que se  erigen en voz soberana, ante los caprichos y  los abusos del poder.

  A este tema profundo y definitorio del futuro inmediato, pero abordado a la luz  de la relación medios-gobierno, a propósito  de la libertad de expresión,  alude hoy  esta columna.

Los administradores del gobierno en general, más allá  de pandillas políticas  o de farsantes transformadores, gatos pardos  y mojigatos de izquierda, siguen  sin entender que, Dios se manifiesta en  las voces colectivas, esas que tanto en México, como en Estados Unidos y en el mundo, han salido a las calles, desafiando al Coronavirus, para condenar la represión y la brutalidad policiacas.

  Analicemos el tema, de manera profunda y estructural, sin quedarnos solamente en la superficie  de los tristes y dolorosos  acontecimientos. En este sentido, lo que se observa es el fin de un modelo de democracia que, ya no responde  a las  necesidades  y expectativas de la población.

  Los asesinatos  de un ciudadano de raza negra en Estados Unidos y de un joven albañil, en el estado de Jalisco, acaban de prender como un zacatal reseco, ante un cerillazo con gasolina. La gente ya no está dispuesta a aguantar más. Eso tienen que entenderlo, en las alturas del poder, y sus diferentes  niveles.

   La primera verdad que sale a flote, es que ya no se puede gobernar  de manera unilateral, sin tomar en cuenta a quienes no están de acuerdo,  con el poder en turno.

Tampoco se puede ejercer  el maniqueísmo gubernamental, y dividir a la sociedad  en un enfoque cerrado y obtuso de tonos blancos y negros.  Lo primero bueno, y lo segundo malo, según la torcida óptica de alcaldes, gobernadores  y Presidentes. Desde el más chiquito, hasta el más grande.

 En  el México  actual, tanto el Presidente  AMLO, como los  gobernadores que tenemos en todas y cada una de las entidades federativas, incluyendo a Tamaulipas,  ven la relación con los  ciudadanos y con quienes escribimos  diariamente como un asunto de, “estás conmigo, o en mi contra”. Este tipo de reacción  de Estado, permea  tanto a morenistas como a panistas.

En mi posición de periodista con más de tres décadas de trabajo, bueno o malo, pero finalmente  dueño de un lugar  en el periodismo de la entidad y  del país, no estoy de acuerdo  con lo que acaba de decir el Presidente AMLO, en el Día de la Libertad de Expresión, en el sentido  de que no se valen las medias tintas. Y de que, se está a favor o en contra  de la 4T. 

 Me parece  esta, una postura  reduccionista, y si somos más rigurosos, hasta un tanto  dictatorial. No se vale el uso patrimonialista de los recursos del gobierno, para castigar  a quienes incomodan al poder. Pero tampoco, estoy de acuerdo con el actual gobierno estatal panista,  mismo que a  casi cuatro años de su gestión en el estado, sigue viendo a un grupo de comunicadores, como apestados, y adversarios de su sexenio.

  Y es que, retomando un análisis de un conocido semanario político: la publicidad oficial  en nuestro país, y en las entidades federativas, sigue siendo un instrumento de censura indirecta, que busca  cancelar la crítica, a través  de empobrecer económicamente a quienes la ejercemos.

    O sea, tanto en el gobierno federal, como en los estados como el nuestro, los que nos dedicamos al trabajo de opinar, tenemos que escribir lo que les agrada. Y punto. No hay margen para debatir, para matizar criterios, con independencia. Simplemente, de una u otra forma, se nos somete. Pero, no nos extrañemos, porque, eso justamente, es lo que hace el Presidente  AMLO en las mañaneras, o sea dictar un guion, disfrazado de rueda de prensa. Digamos que a los políticos morenistas y panistas,  ese afán de controlar, y de limitar  el sano ejercicio de opinar con independencia, los une.

  En México, los medios no pueden ser clasificados con un método reaccionario y darwinista, en  amigos y enemigos; en prensa militante de la 4T, y en prensa fifí. Y aquí en Tamaulipas, tampoco somos cavacistas, tomasistas, geñistas, egidistas o cabecistas. Tienen que darnos nuestro lugar como periodistas.

 En su momento, he escrito en esta columna opiniones que favorecen  al gobernador. Lo he hecho, no porque quiera congraciarme, sino porque  creo que tiene la razón. En política, no todo es negro, ni todo es blanco.

 En su momento también  he formulado críticas al ejecutivo estatal y a su partido. Esta postura, creo que le sirve más a quienes ejercen el poder, porque lo otro, convertirnos en apologistas, provocará que muy pocos nos van a creer. Tampoco en críticos sistemáticos,  a los cuales  se nos va a etiquetar, como “contreras” forever. Y ninguno  de los dos extremos es aconsejable.

  Concluyo  este tema, aludiendo  a un segundo factor,  que al parecer siempre han argumentado en el PAN, donde no podemos negar que existen también cuadros talentosos, y congruentes.

    En el PAN en un inicio, decían que no querían nada con el PRI y todo lo que oliese a dicho partido. De hecho por ahí  va la razón  de que a varios periodistas se nos ubique por ese lado. Pero ahora sabemos que,  algunos destacados cuadros priistas, que en su momento figuraron en sexenios anteriores, especialmente en los dos últimos  del PRI, (Geño y Egidio),  le están ayudando mucho  en la operación política al cabecismo.

  Sin embargo, a varios periodistas  se nos mantiene aislados. Y no es cuestión  de dinero precisamente. Aunque  a la  luz de nuestro trabajo y nuestro posicionamiento en la opinión pública, creo que merecemos también  el convenio, que, (como en su tiempo lo reclamó la revista Proceso, al gobierno federal) tenemos  derecho a él.

Pero dejemos eso, y digamos que al menos, solicitamos que haya diálogo. Y que se nos reconozca como periodistas. Eso sería ya una ganancia, en el terreno moral y ético de nuestra actividad informativa  y editorial. En el periodismo mexicano, no debe haber encasillamientos ni fobias.