Entre Nos…

Por: Carlos Santamaría Ochoa.-

 

Todos los días vemos en la prensa nacional los vituperios de miembros de cualquier instituto político, pomposamente llamados partidos políticos, y que no son más que, para la mayoría de los ciudadanos, grupos de poder que se encargan de gastar el dinero de los mexicanos en lujos innecesarios y en actos de corrupción.

Los tenemos de todo tipo y color: desde los que arribaron al poder sin tener una idea de lo que es gobernar o tratar a los demás, hasta los que lo han convertido en agencia de colocaciones familiar. Baste ver la forma en que en los ochentas y noventas el PRI daba cabida a los hijos de los “dinosaurios”, y se llenó la administración estatal de nombres de juniors más inútiles que un hielo en el desierto, menos inteligentes que una piedra rodante, y abusivos, ostentosos y ridículos. Sin olvidar a los sátrapas que han hecho de las franquicias electorales un negocio familiar, pero hemos visto los casos muy famosos como sucedió con el Partido Verde en su momento que sigue siendo franquicia familiar, o el Movimiento Ciudadano que en la entidad se ha convertido en el modus vivendi -robandi- de una sola familia que usurpa las siglas y vive de lo que no merece.

Los candidatos y partidos, llegando se dedican a difamar, a descalificar, y aunque mucho de esto es verídico, insistimos en que las leyes electorales deben ser mucho más duras en el sentido de que, si algún partido o candidato desvía aunque sea un peso, debe castigársele con el rigor con que hacían nuestros antepasados, o aquellos que les cortaban ls manos a los ladrones, como sugirió el Bronco neoleonés en la campaña presidencial.

No llegamos a tanto, pero entendemos que es igual quien roba diez que mil, y debería ser castigado con ese rigor. En el caso de los partidos, suponemos que lo que debe considerarse es la obligatoriedad de, mostrando con pruebas fehacientes, que han incurrido en malos manejos o pagos indebidos, si fuéramos los jueces pediríamos tres cosas: anulación total del registro del partido o instituto o alianza, devolución hasta el último centavo del dinero público y consignación a una cárcel para el o los bribones que se roban el dinero sin tener remordimiento alguno.

No es justo que haya cárceles llenas de gente que ha robado y matado y estos delincuentes con boleta electoral sigan succionando de los presupuestos ajenos, públicos, y sigan viajando en sus suburbans y tragando de más en restaurantes de lujo, pidiendo facturas que amparen sus francachelas.

Podrá sonar exagerado, pero es insultante ver a cualquiera de ese grupo social marginado y marcado mal llamado “clase política” en sendos vehículos, viajando en sitios de lujo, alimentando un sucio y denigrado cuerpo con caros platillos y vistiendo con ropa que nunca en su vida pensaron en tener, y todo con costo al Estado.

No. No es por ahí la cosa, pero mientas no hay sanciones ejemplares, los delincuentes seguirán haciendo de las suyas.

Imaginemos qué sucedería si se les detectara cualquier desvío y se les quitará todo lo relacionado con sus bienes y sus ingresos: seguramente tratarían, o de sobornar al juez, o nunca más volverían a robar.

No merecemos tener esos políticos, y no hablo de la honestidad lopezobradorista que es solamente un espejismo más, sino de aquella que debemos mantener y que muchos -no todos- aprendimos en casa: no tomar lo que no es nuestro y dar un buen aprovechamiento de los recursos ajenos, para los fines para que fue creado.

Acabaríamos con la corrupción, con la compra de opiniones y mentiras y tendríamos un mundo mucho más digno para todos.

Y sinceramente, como que es hora de ver esos insultantes convoys de políticos en giras y más, gastando lo que no deben, viviendo como reyes cuando son únicamente servidores del pueblo que los eligió.

Y tristemente, aplica para todos los partidos, municipios, estados y país, porque la insultante y corrupta forma de vivir de éstos es general.

Y nosotros, malamente lo permitimos.

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