Entre Nos—

Por: Carlos Santamaría Ochoa.-

 

                                                                                                                                             

Es realmente en lo que nos convertimos. Manejar es no un acto de traslado, sino una enorme responsabilidad social y humana. Manejar conlleva a adoptar muchos compromisos y aprender muchísimas otras cosas, entre ellas, un reglamento que, seguros estamos, un 70 por ciento de los automovilistas en cada ciudad mexicana no conocemos bien.

Dice el presidente de “No a Conducir Ebrio” -NACE- Ricardo Cantú Jauckens que México ocupa el séptimo lugar mundial en muertes por accidentes viales, lo que significa que algo nos está fallando, y en forma preocupante.

Recordamos aquel spot de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, donde aparecían un par de huevos con ruedas, y en una acción muy rápida se estrellaban: aparecía la leyenda “No corra riesgos: con la vida no se juega”.

En aquel entonces se logró disminuir la incidencia de accidentes un sitio en las causas de muerte; al parecer hoy tenemos el problema de nueva cuenta por las razones que ponemos a su consideración: exceso de velocidad, manejar alcoholizado y manejar operando los teléfonos celulares.

Permita el lector hacer una reflexión sobre cada una: el exceso de velocidad siempre ha sido causal determinante y no tenemos por qué andar como desaforados, como locos desquiciados manejando en calles que, gracias a una administración municipal no sirven para nada, a “mil por hora”. 

Alcoholizarse es uno de los más altos grados de irresponsabilidad, solapada por grupos sociales que mediante mensajes vía teléfono y redes sociales alertan sobre los operativos de la autoridad que, hay que reconocerlo, la mitad funciona y la mitad es para que se lleven más dinero a casa los comisionados a los mismos.

Es una acción verdaderamente estúpida manejar borracho, porque aparte de arriesgar la vida de los demás, arriesgamos nuestra propia integridad, lo que nos convierte en asesinos, ya que cuando nos emborrachamos estamos conscientes de lo que estamos haciendo, y eso lo constituye en un grave delito que debiera castigarse con muchos, pero muchos años de cárcel, o mínimo, la suspensión definitiva de la licencia de conducir.

Ser automovilista alcoholizado y un verdadero estúpido no tiene diferencia alguna, pues.

Y quien maneja con aires de superioridad y el teléfono celular en mano, chateando e interactuando en redes sociales merece que no lo dejen volver a subir a un vehículo. Abunda la gente que maneja con el móvil a mano, y, además, te miran con un aire de superioridad como afirmando que son ellos los expertos, que nada va a suceder cuando, ¿zaz! El choque, el muerto, los daños materiales y lo que conlleva a este acto irresponsable.

Pero ¿Realmente qué hace la autoridad para disminuir los accidentes? Poco vemos, y más en una administración tan negligente como la actual, pero es urgente buscar medidas que tiendan a realmente disminuir estos accidentes tan costosos.

Si la autoridad perdiera el miedo a los influyentes del gobierno y la UAT, a los que vivimos en Victoria y “charoleamos” por todo, entonces habría una mayor conciencia de la misma autoridad y probablemente de nosotros mismos.

Se requiere entender que los perjudicados somos nosotros en primera instancia, la más grave y costosa, y que a veces tenemos acontecimientos en los que ya hada es igual, nunca más, por lo que se requiere tener un poco de conciencia.

Y a quien maneja con su móvil, entender que no somos de hule, y que merecen respeto nuestros conciudadanos, y que no tenemos por qué arriesgar su existencia.

A los que manejan borrachos, el exhorto a dejar para otra ocasión, o la bebida o la manejada, porque ambas no se llevan bien cuando van unidad. Urge que las medidas apliquen y bajemos las tazas de mortalidad por accidentes. Son muchos los que se viven a diario, y muchos los que podemos evitarlo, así que, a tomar conciencia, pues.

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