PODER POLÍTICO…

Por: Ciriaco Navarrete Rodríguez.-

Mis añejas y muy añejas experiencias son producto de las vivencias de las que he sido testigo realista de múltiples acontecimientos de los que me enterado a lo largo de más de siete décadas, pero a lo largo tantos años vividos, con suma tristeza puedo asegurar que el pueblo mexicano siempre ha sido víctima de la improvisación gubernamental federal, que, a decir verdad, permea con diversas magnitudes en cada uno de los Estados y Municipios del país.

Confieso que la temática que abordaré en el presente trabajo editorial es motivado por lo dicho por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en su largo discurso seductor que pronunció en la mañana del domingo 24 de marzo del presente año 2019, en cuyo amplio mensaje hizo una amplia apología de las causas y consecuencias de los errores gubernamentales de sus antecesores, que gobernaron durante lo que él llama gobiernos neoliberales.

Hago un breve paréntesis para señalar que AMLO evidencia que no sabe lo que significa la palabra neoliberal, la cual, es una teoría político-económica que retoma la doctrina del liberalismo clásico y la replantea dentro del esquema capitalista actual, pero bajo principios más radicales.

La palabra, neoliberalismo, es un neologismo formado por el elemento compositivo “neo-”, que proviene del griego νέος (néos) y significa ‘nuevo’, y el sustantivo liberales, viene del latín, y el sufijo es relativo a doctrina o sistema “-ismo”.

Por lo tanto, el vocablo compuesto neoliberalismo, surge como reacción a la intervención del Estado, que debe ser garante de una mayor justicia social (es decir, del Estado benefactor), y ese criterio gubernamental eminentemente democrático, tomó fuerza debido a las debacles de la economía capitalista del siglo XX, particularmente las registradas a finales de los años 20 y la de la década de 1970.

De manera que para el neoliberalismo, el Estado (gobierno) debería cumplir únicamente sus funciones fundamentales como organismo regente en la organización de la sociedad, de modo que se opone a su intervención en el funcionamiento de la economía, para así mantener a raya las regulaciones e impuestos al comercio y las finanzas, lo cual, exige en sano y permanente crecimiento de la riqueza popular y gubernamental.

En efecto, la democracia como régimen de gobierno, es un neoliberalismo que favorece la privatización de empresas y servicios que estaban en manos del sector público, bajo la premisa de que el sector privado es más eficiente cuando está avalado por leyes en mejora continua que aseguren la paz social y la gobernabilidad, a fin de garantizar el correcto desarrollo de la industria y del comercio, que son las principales fuentes de empleo y de producción de riqueza.

Por lo anterior, debo subrayar que el neoliberalismo es una democracia renovada y en pleno crecimiento sostenido, y por eso mismo, conduce a los pueblos gobernados democráticamente al desarrollo creciente la economía, porque es el principal motor de desarrollo de las únicas siete democracias del mundo.

Y tal como lo he explicado en repetidos trabajos editoriales, esas siete únicas democracias que existen en el planeta, son los Estados Unidos de América, Japón, Alemania, Canadá, Francia, Italia y el Reino Unido de la Gran Bretaña, integrado por Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra, son las únicas diez naciones democráticas del mundo, y de los 193 países acreditados como miembros de la Organización de la Naciones Unidas, las restantes 183 son naciones subdesarrolladas, entre las cuales se encuentra México.

Quiero precisar que mis trabajos editoriales son sencillas, y a veces complejas aportaciones que desarrollo con el ánimo de fortalecer la Cultura Lingüística de mis amables lectores, porque de esa manera me es posible ayudar a desarrollar el bagaje cognoscitivo o cúmulo de conocimientos de las y los estudiantes, y de mis colegas periodistas y maestros que me hacen el honor de leer mis trabajos editoriales, cuyo valor cognitivo es de carácter universal, por el desarrollo de nuestra inteligencia a nadie le hace daño.

Por tales motivos, no debemos pensar que le estoy faltando al respeto al presidente López Obrador, y más aún, nadie debiera sentirse insignificante por ayudarle a corregir sus errores lingüísticos, porque igual que todos los humanos, todos cometemos errorcitos y errorzotes durante el uso complicado de nuestro bello idioma español, pero resulta muy relevante el hecho de interesarnos por corregir el vocabulario equivocado de nuestros gobernantes, principiando por el presidente de México.

Desde luego que no soy el único académico que se interesa en evitar que el presidente distorsione la concepción lingüística de las palabras tan importantes como el neoliberalismo, sin embargo, corresponde a los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y particularmente a su titular Esteban Moctezuma Barragán, la obligación de cuidar el buen uso del lenguaje retórico del presidente de la República, y de todos los miembros del Gabinete con el fin de que luzcan como verdaderos paradigmas del uso correcto de nuestro lenguaje.

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