PODER POLÍTICO…

Por: Ciriaco Navarrete Rodríguez.-

Soy un viejo académico ya jubilado en el nivel de educación superior, y por lo mismo me he desempeñado como periodista multidisciplinario desde hace poco más de medio siglo, y con base en mis añejas experiencias, puedo presumir de que ya he acumulado un amplio bagaje cognoscitivo (cúmulo de conocimientos), mediante el cual, también he podido desarrollar mi bagaje cognitivo, que es el resultado de una amplia gama de mis inteligencias múltiples, como acertadamente las denomina su descubridor el científico norteamericano Howard Gardner.

En efecto, a todas y todos mis lectores, mucho me complace aconsejarles que abran la página Web de las Inteligencias Múltiples, porque en ese portal de Internet, encontrarán un el grandioso descubrimiento del médico neurólogo Howard Gardner, catedrático e investigador de la afamada universidad de Harvard ubicada en la ciudad de Cambridge, del Estado norteamericano de Massachussets, y cuya valiosísima aportación científica, la entregó a la humanidad en el año de 1983.

Esa realidad cognoscitiva, garantiza mi autoridad historicista para hacer referencia analítica a lo que, con intención criminosa, se ha dado en llamar nepotismo, pero no sólo en México, porque es práctica común en todas las 183 naciones subdesarrolladas del mundo, lo cual, es una tradición muy arraigada en todo el mundo subdesarrollado, pero en las siete únicas democracias del mundo, no existen esos criterios criminosos, lo cual se comprueba en el equipo de colaboradores del presidente norteamericano Donald Trump, donde su propia hija es su asesora, y su yerno, también.

Lo que realmente sucede en México, y en todos los países subdesarrollados, es  que carecemos de democracia, y por ese motivo la riqueza no crece, y en su lugar, de manera exponencial y como bomba expansiva, se multiplica la pobreza en todas sus formas y modalidades, pero el verdadero culpable es el gobierno federal, cuyo presidente en turno, desde hace un siglo, en México se redactó la Constitución de 1917, cuya redacción contiene las herramientas perversas que usan nuestros presidentes para someternos a su arbitrio, pero esa suprema legislación constitucional, no se hizo para garantizarnos los beneficios de los que, falsamente,  tanto nos han presumido los presidentes de México.

Y consecuentemente, los integrantes del pueblo mexicano vivimos muy resentidos por ser víctimas del proceso permanente de empobrecimiento creciente, y con justificada razón, porque, literalmente, enjuiciamos y condenamos a nuestros gobernantes por conceder empleos bien pagados a sus propios familiares, tanto consanguíneos como políticos, y además, favorecen a sus amigas, amigos, compadres, y a cuanto ahijado les solicita empleo.

Sin embargo, debo insistir en que el nepotismo en México, es una práctica tradicional y muy arraigada en los tres niveles de gobierno, ya que  sucede lo mismo en la estructura de las instituciones propias del gobierno federal, y de la misma manera que se replica en los gobiernos de los Estados, así como también sucede igual práctica en todos los Ayuntamientos del país, pero debo subrayar que, ese gran problema político y gubernamental, está profundamente arraigado, tan es así, que no se ha podido erradicar ni con las legislación vigente en la materia, y tampoco se podrá acabar mediante las críticas y las protestas que a diario se multiplican.

Pero todo eso, se debe a que el nepotismo, en realidad, es un asunto que se deriva de las necesidades naturales que prevalecen en la mentalidad de las y los compatriotas que ejercen los quehaceres públicos, tanto en el ámbito político, como en el gubernamental, y sucede lo mismo en universo de las empresas privadas en las cuales, por propia naturaleza, es hereditario, tal como lo ha sido desde tiempo inmemorial.

A propósito del nepotismo presidencial, vienen a mi memoria, las presunciones nepóticas del licenciado José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco, quien, por cierto, siendo presidente de México entre los años de 1976, y 1982, dicho sea de manera anecdótica, me permito referir aquel episodio en el que, de manera falsa pero muy molesto y llorando debido a la abrupta devaluación de nuestra moneda, frente al dólar norteamericano cuyo valor se duplicó, cuando inicialmente pasó de $12.50, a 25 pesos. Por un dólar.

Y fue en esa ocasión cuando, con lágrimas en los ojos, al inicio de su mandato, el presidente López Portillo y Pacheco, nos aseguró  que durante su gobierno “defendería al peso, como un perro”, y a propósito del tema enunciado en el título del presente trabajo editorial, aquel frívolo presidente rabiosamente priista, de manera abierta y pública solía presumir que su hijo José Ramón López Portillo Romano, era el “orgullo de su nepotismo”.

Por otra parte, debo aclarar y precisar que esas prácticas de nepotismo, no se quedan en la literatura aderezada con anécdotas históricas, por siempre han sido una práctica con dos vertientes, la primera se refiere a los parientes y amistades apapachados por los gobernantes, y la segunda se sale del carácter humano del parentesco, y se polariza a tal grado, que, desde la lejana antigüedad, se ha practicado y sus prácticas han llegado hasta el fusilamiento y en su caso, el asesinato de los hermanos carnales que le han estorbado al gobernante, tal como lo hizo en la Edad medieval, el criminal emperador Julio César Borgia.

De manera que, si sopesamos ambas vertientes, llegaremos a la conclusión de que es preferible que los gobernantes ayuden a subsistir a sus familiares y demás parientes y allegados, porque nadie quiere que adopten la determinación criminal de aniquilar a los propios seres queridos, cuya práctica, me consta que se ha repetido en México, y penosamente, se han asesinado, hasta entre hermanos carnales.

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